Cuando ya solo nos queda Dios
P. Fernando Pascual
26-2-2018
Problemas, enfermedades,
desengaños, abandonos. Hay momentos en los que ya no sabemos a quién acudir.
Sentimos una extraña soledad.
No falta alguien que nos
acompañe. Pero pocos, quizá ninguno, es capaz de ofrecer aquello que tanto
necesitamos en ese momento concreto.
Es entonces cuando nos damos
cuenta de que solo nos queda Dios. Los hombres permanecen en el umbral de
ciertos sufrimientos y dudas. Dios, en cambio, puede dar la respuesta decisiva.
Lo sé: Dios no es solamente la
última tabla de salvación, ni el último número de teléfono para pedir ayuda. Es
mucho más, porque todo, absolutamente todo, existe gracias a Él.
Pero en esos momentos necesito
recordar, como no lo hago en tantas otras situaciones, que fuera de Dios nadie
puede curar al hombre ante esos dos grandes males: el pecado y la muerte.
Cristo vino al mundo para
superar esas derrotas que parecen definitivas. Con su humildad, con su
paciencia, con sus milagros, con sus palabras, mostró dónde se encuentra la
verdadera esperanza.
Sí: tenemos un Padre en los
cielos que ha enviado a su Hijo y nos ha dado el Espíritu Santo. Por eso para
todos está abierto el acceso a la esperanza, todos podemos recibir la ayuda
decisiva.
Desde el consuelo que Dios
ofrece, desde la gracia que cura y fortalece, desde las palabras del Evangelio,
desde el Pan de la Eucaristía, vuelvo a experimentar la ternura y el alivio
decisivo.
Ya he encontrado lo que más
necesitaba. El cielo está abierto. La Cruz es también mi esperanza. El Sepulcro
está vacío.
Como hijo del Padre y miembro
de la Iglesia, sé que estoy en las mejores manos y que puedo descansar, seguro
y consolado, como un niño junto a su madre.