Platón entre la escritura y el
diálogo
P. Fernando Pascual
9-2-2018
Platón pudo escuchar y
convivir con Sócrates durante varios años. Eso explica por qué tuvo un gran
aprecio hacia el diálogo como camino para conocer mejor las cosas.
Al mismo tiempo, Platón fue un
genio de la escritura. Conocía sus límites, como expone, por ejemplo, en el "Fedro".
Pero no por ello la dejó de lado.
Al comparar la escritura y el
diálogo, Platón muestra sus preferencias por el segundo. ¿Por qué?
Por un sencillo motivo: en el
diálogo, como forma de comunicación oral, se establece un contacto personal
entre dos o más personas, que permite comprender mejor el tipo de alma que
tiene cada uno. Además, el diálogo desvela si se da o no se da un momento
oportuno para dialogar.
Lo anterior no disminuye en
nada la importancia de ser un buen conocedor, en la medida de lo posible, sobre
el argumento que es abordado. Solo los que saben pueden ser buenos
comunicadores de un saber que enriquecería a quien escucha (o lee).
Pero no basta con conocer
algo. Para ayudar a otros, hay que conocer el tipo de alma de cada uno y el
discurso que sea más apropiado en la situación personal en la que se encuentre
cada interlocutor.
Unas palabras que Platón
imagina como pronunciadas por la ciencia retórica ilustran estas ideas de un
modo estimulante, pues subrayan la necesidad de unir verdad y habilidad
comunicativa, si bien ambas cosas no siempre se dan conjuntamente:
"Yo no obligo a nadie que
ignora la verdad a aprender a hablar, sino que, si para algo vale mi consejo,
yo diría que la adquiera antes y que, después, se las entienda conmigo.
Únicamente quisiera insistir en que, sin mí, el que conoce las cosas no por
ello será más diestro en el arte de persuadir" ("Fedro" 260d).
Por lo tanto, unir ciencia
(conocimientos) y retórica es condición indispensable para que pueda iniciarse
una relación educativa fecunda, una "psicagogía"
o conducción de las almas, en el marco de una visión global del mundo y del
hombre que respete la esencia profunda de las cosas.
Esa es una de las enseñanzas
de Sócrates que acogió Platón y que mantiene su validez en un mundo lleno de
mensajes, de libros, de pantallas y de vídeos. Porque leer, escuchar y ver no
garantizan una buena comprensión de algo. Solo si el discurso adecuado llega a
las personas adecuadas en sus situaciones particulares, habrá esperanza de una
buena y provechosa siembra del saber.