Los pequeños roces de cada día
P. Fernando Pascual
20-1-2018
Día de verano. Un nieto abre
la ventana. El abuelo la cierra para evitar la corriente. El conflicto está
servido.
La lista podría ser
interminable: sobre el tiempo que un hermano pasa encerrado en el cuarto de
baño, sobre el uso de más o de menos pasta de dientes, sobre la sal en la sopa,
sobre lo que uno come o deja de comer.
En familia se producen
continuamente pequeños roces. Hay opiniones y sensibilidades diferentes. Hay,
por desgracia, deseos de imposición, de victoria, de venganza.
Los roces pueden terminar tras
un breve intercambio de "cañonazos" y una paz más o menos estable. O
pueden durar más tiempo porque se ha sembrado la cizaña del rencor en los
corazones.
Que se produzcan esos roces es
casi inevitable. Lo que se puede evitar es convertir el conflicto en un drama,
en el que unos buscan imponerse y otros se sienten despreciados y oprimidos.
Con un corazón magnánimo será
posible apagar el fuego antes de que provoque daños en la convivencia. Unas
veces será el momento de ceder. Otras, si las pasiones saltaron rápidamente,
habrá que pedir perdón y perdonar.
Lo hermoso es trabajar para
que esos roces de cada día no hieran la convivencia en familia, para que sea
posible relativizarlos y superarlos con paciencia y con realismo.
Porque por más diferencias de
gustos y de opiniones que existan, la belleza del hogar consiste en ese saber
acogernos, ayudarnos, incluso soportarnos, desde un cariño sincero que cura
heridas y que promueve un amor realista y alegre.