Lutero, de católico entusiasta
a hereje agresivo
P. Fernando Pascual
20-1-2018
Lutero publicó en 1517 sus
famosas 95 tesis sobre las indulgencias. Al año siguiente escribió un texto
sorprendente para defenderse ante sus críticos y sostener la corrección de sus
ideas sobre las indulgencias.
El texto lleva como título
"Resolutiones disputationum
de indulgentiarum virtute".
Fue publicado en agosto de 1518, y estaba dedicado "al Beatísimo Padre
León X, pontífice máximo".
Resulta sugestivo leer las
cláusulas de la dedicatoria, que contrastan con lo que luego, con el pasar de
los años, dirá Lutero sobre el Papa de Roma. En las mismas, Lutero escribe:
"Una cosa pésima,
Beatísimo Padre, he oído de mí, por la que entiendo que ciertos amigos han
hecho que mi nombre huela fétidamente ante ti y los tuyos, como si yo hubiera
intentado amenguar la autoridad y la potestad de las llaves del sumo pontífice.
Por eso me acusan de hereje, apóstata, pérfido y otros mil apelativos e
ignominias. Llénanse de horror los oídos, y de
estupor los ojos...
No hace mucho que empezó a
predicarse entre nosotros el jubileo de las indulgencias apostólicas con tanto
éxito, que sus predicadores, aterrorizando a la gente con tu nombre y pensando
que todo les era lícito, osaban enseñar las cosas más impías y heréticas, con
gravísimo escándalo y ludibrio de la potestad eclesiástica, como si las
decretales que condenan los abusos de los cuestores no les tocasen a ellos...
Yo confieso que, movido por el
celo de Cristo, según me parecía, o tal vez por el ardor juvenil que me
abrasaba viendo que no estaba en mi mano hacer o decidir nada en aquel asunto,
avisé privadamente a algunos prelados eclesiásticos...
Por fin publiqué una hoja disputatoria, invitando sólo a los más doctos que quisieran
disputar conmigo... Este es el incendio que ha abrasado al mundo entero, según
ellos se quejan, quizá porque llevan a mal que yo solo, maestro de teología por
tu apostólica autoridad, tengo derecho a disputa, conforme a la costumbre de
todas las universidades y de toda la Iglesia, no solamente sobre las
indulgencias, sino también sobre la potestad, la remisión, la gracia divina,
cosas incomparablemente mayores...
Ahora, ¿qué haré con mis
tesis? Retirarlas no puedo, y veo que su divulgación suscita una espantosa
odiosidad contra mí... Así que, para calmar a mis adversarios y para satisfacer
al deseo de otros muchos, doy a luz estas mis fruslerías explicatorias
de mis disputas; y para hacerlo con más seguridad las pongo bajo el escudo de
tu nombre y la sombra de tu protección, Beatísimo Padre, por donde entenderán
todos los que quieran cuán pura e ingenuamente acudo a la autoridad
eclesiástica y venero el poder de las llaves...
Por lo cual, Beatísimo Padre,
postrado a los pies de tu Beatitud, me ofrezco con todo cuanto soy y poseo.
Vivifica, mata, llama, revoca, aprueba, reprueba; como te plazca; en tu voz
reconoceré la voz de Cristo, que en ti preside y por ti habla. Si merecí la
muerte, no rehúso el morir" (texto citado en Ricardo García-Villoslada,
"Martín Lutero. I. El fraile hambriento de Dios", BAC, Madrid 1976, 2
En estas líneas destaca la
actitud reverente, filial, humilde, de Lutero hacia el Papa, ante quien se
somete, al menos según lo escrito, de modo completo, como un buen creyente.
Lo cierto es que, al recibir
del Papa una respuesta contraria a sus reflexiones, el "sumiso"
Lutero reaccionó con tanta dureza y pasión que las consecuencias siguen en pie
después de 5 siglos de historia.
Su rebelión contra Roma le
llevó a despreciar el celibato, a criticar la misa como se celebraba en su
tiempo, a oponerse a la vida monástica y al Papado. Contra el Papa, a quien en
1518 escribía tan sumisamente, dirigirá más tarde adjetivos y expresiones de
desprecio. Por ejemplo, no lo considera sumo sacerdote de Dios, sino del
diablo; incluso llega a llamarlo "puerco de Satanás" (cf. Ricardo
García-Villoslada, "Martín Lutero. II. En lucha contra Roma", BAC,
Madrid 1973, p. 65).
¿Por qué ocurrió esto? Un
texto publicado por el mismo Lutero 4 años antes, en 1514, podría servir de
explicación. Al comentar el Salmo 69, Lutero señala el defecto que se encuentra
como raíz de las herejías: desear el mal a la Iglesia.
Estas fueron sus palabras:
"Los herejes verdaderamente quieren mal a la Iglesia, porque le achacan
falsedades y la fingen lodazal de vicios y perversos cristianos; y así, de un
pequeño número de malos, concluyen que todos son malos. Porque ven muchas pajas
en la era, afirman audazmente que todo es paja, sin un solo grano. Desean el
bien para sí solos, y el mal para la Iglesia; es decir, tienen voluntad y deseo
de ser estimados por buenos solamente ellos y que la Iglesia sea reputada mala
en todos los demás, ya que ellos no pueden parecer buenos sino afirmando que la
Iglesia es mala, falsa y mendaz" (texto citado en Ricardo
García-Villoslada, "Martín Lutero. I. El fraile hambriento de Dios",
BAC, Madrid 1976, 2
Tristemente, con el pasar de
los años Lutero acusó a los que permanecían fieles al Papa y a los obispos,
sacerdotes y fieles que conservaban la fe recibida de los Apóstoles, de cometer
una enorme cantidad de pecados y defectos. Es decir, lanzó lodo contra la
Iglesia para así defender sus ideas como buenas y auténticamente cristianas.
Dirigir la mirada a lo que
ocurrió a partir de las acciones de Lutero en el pasado permite descubrir cómo
en tantos momentos de la historia se han dado actitudes de crítica a la Iglesia
como medio para justificar las propias teorías heréticas.
Lo cual ha sido en el pasado,
y sigue siendo en el presente, un pésimo servicio a la verdad. Porque si se
trata de acoger y defender lo que Cristo ha dejado a los hombres a través de su
Iglesia, lo único que tiene sentido es obedecer al Maestro y caminar guiados
por su mensaje: "Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a
vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que
me ha enviado" (Lc 10,16).