Sobre las rebeliones
P. Fernando Pascual
16-12-2017
En las rebeliones entran en
juego diversos motivos y finalidades. Podemos ahora fijarnos en tres:
reaccionar ante una injusticia, alcanzar aspiraciones legítimas, conseguir
mejoras importantes para la sociedad.
Reaccionar ante una
injusticia: muchos rebeldes levantan su bandera desde la protesta por
injusticias de mayor o menor gravedad. Si el Estado promueve leyes dañinas, si
usa de la policía para acallar oposiciones válidas, los rebeldes se sienten justificados
para emprender la lucha.
Alcanzar aspiraciones
legítimas: este motivo suele estar unido al anterior. Si un pueblo siente que
el poder constituido no tutela el patrimonio ambiental, o las sanas tradiciones
culturales, o los derechos de los trabajadores, la rebelión se orienta a dar un
cauce a los deseos de la gente por alcanzar esas metas.
Conseguir mejoras importantes
para la sociedad: las rebeliones aspiran a perfeccionar la situación. Si faltan
bienes básicos, si no hay orden público, si los políticos parecen sucumbir a la
corrupción, la rebeldía busca curar los daños producidos por los malos
gobernantes y promover importantes mejoras sociales.
Esas (y otras aspiraciones),
sin embargo, no son siempre genuinas, y en ocasiones se emplean métodos
incorrectos. Pensemos, simplemente, en una rebelión de un valle contra una
presa para corriente eléctrica que paraliza las obras, que detiene un plan
energético, y que termina con provocar incendios más dañinos de lo que podría
haber ocurrido tras la construcción de la presa.
En otras ocasiones, una
rebelión se convierte en excusa para que los gobernantes aumenten la represión
y así degeneren en actitudes dictatoriales, que a la larga provocan daños
enormes en la población. Basta con recordar cómo la rebelión de los "blancos"
tras la revolución comunista en Rusia se convirtió en una excusa para poner en
marcha represiones salvajes.
Por eso, ante reivindicaciones
y protestas que pueden terminar en rebeliones más o menos relevantes, vale la
pena un esfuerzo por preguntarnos si los motivos son válidos, los medios
adecuados, y los resultados asequibles.
Sin afrontar seriamente estas
preguntas, una rebelión puede llegar a ser fuente de daños enormes para miles
de personas, hasta el punto de que se aplique sobre ellas el famoso dicho: fue
peor el remedio que la enfermedad...