Vocaciones y libertad filial
P. Fernando Pascual
9-12-2017
El padre abad volvió a
sentarse ante la pantalla, tomó el teclado, y escribió.
"Te mando un saludo,
Felipe, esperando estés muy bien. Yo estoy bien, gracias a Dios.
Me preguntaste hace unos días
cómo saber si Dios te llama a servirle como sacerdote o religioso. No hay una
respuesta clara, pues de haberla ya la habrías encontrado.
Cada uno de los que fuimos
llamados en un momento concreto de nuestra vida podemos contar la propia
historia.
Quizá leímos un libro, o
encontramos un sacerdote alegre y entregado, o simplemente el Evangelio durante
la misa nos puso ante la pregunta: ¿Dios me llama?
Por eso, intenta ver en tu
pasado si hay señales o movimientos que pueden ofrecer algo de luz para encontrar
respuesta a esa pregunta.
Descubrir esas señales es
importante, pero no es lo decisivo. Porque lo más importante es la tierra, el
corazón, que escucha y que responde.
Dios puede llamar a un
muchacho o a una muchacha, o a un adulto, a una vida de consagración. Luego,
cada uno toma sus decisiones.
¿Y cómo tomar las decisiones
de modo adecuado? Desde la libertad filial. Es decir, sin presiones de nadie
fuera de ti ni dentro de ti.
Cada vocación madura
correctamente cuando el bautizado se siente libre ante Dios. Sabe que puede
equivocarse en la respuesta, pero le interesa mucho más poder responder como un
hijo que habla con su Padre.
Otros te ayudarán para ver si
tu respuesta parece correcta o para decirte, con respeto, que quizá te
equivocas. Pero nadie puede decidir por ti. Eso queda entre Dios y tu corazón.
Por eso, en vez de responderte
a la pregunta (¿cómo saber si Dios me llama?), te invito a cultivar una vida de
oración auténtica, humilde, confiada.
Esa oración dispondrá tu alma
a la apertura filial. Estarás así preparado para escuchar y acoger cualquier
cosa que Dios pueda pedirte, en el presente más cercano y en el futuro que uno
descubre cada día.
Termino esperando que alguna
de estas ideas pueda servirte. Rezo por ti. Reza por mí. Y también acude a la
Virgen María, que es el mejor modelo para responder a lo que Dios pide: He aquí
la esclava del Señor...
Con mi bendición, tuyo siempre
en Cristo..."