La armonía
conyugal
Rebeca Reynaud
Uno de los factores que ayudan a la familia a tener
estabilidades la armonía conyugal. El principal motivo de ser es crecer en el
amor. Si el amor pierde lozanía luego se cree que hubo engaño. Si ni luchamos
para que el amor subsista, decrece.
El amor está en los detalles pequeños. Traer flores
cuando no es un aniversario, sorprender con un platillo delicioso, decir con
ternura “te amo”… No tiene final el saber sorprender. Cuando uno no tiene
capacidad de sorprender, van mal las cosas.
La palabra hogar viene del lugar donde se encendía
fuego, a cuyo alrededor se reunía la familia para calentarse y alimentarse.
Hogar significa que hay ante todo calor humano. En una chimenea hay un fuego
grande, pero después de cuatro horas quedan sólo cenizas. Les toca a los dos
cónyuges poner leña en el fuego. Si se apaga uno le pregunta al otro: “¿Tú le
echaste leña”? -Yo no. “Y tú”. Tampoco. Entonces, no extraña que no haya fuego.
Montse Maluenda explicaba:
Cuando uno está recién casado, la leña está cerca; luego está lejos, o hay que
ir a cortarla entre dos.
A medida que pasa el tiempo la atracción sexual
decrece y aumenta el amor de amistad. Hay muchas cosas en común. Y ese amor de
amistad crece con los años si no se le deja fenecer, morir.
Lo que más nos gusta a los humanos es lo normal, lo
ordinario. Si conocemos a un artista de cine, luego nos interesa qué hobbie tiene: hacer pasteles, cuidar las plantas, hacer tal
deporte.
Los reproches van contra la armonía; es mejor decir
las cosas en el acto y luego olvidarlo, y no hacer una lista de reproches. Hay
que decir las cosas poco a poco, no como una manguera a presión.
¿Qué hacer para que el amor permanezca? Él tiene que
tener prestigio ante ella, y ella debe de tenerlo también, ha de haber una
admiración mutua. Prestigio basado en una riqueza interior que dar a los demás.
Cuando más sufre una persona es cuando menos habla. Es el momento de intuir qué
le está pasando.
La sociedad acepta más la infidelidad del hombre que
la de la mujer. Una vez que una mujer es conquistada, normalmente se le
abandona. En la infidelidad hemos cedido en la cabeza antes de ceder en el
cuerpo. Cuando el valor de la fidelidad se empieza a poner en duda, se empieza
a desmoronar. Se nos ha acabado el tiempo de la mediocridad, o somos familias
fuertes, sólidas, o –a través de la manipulación- se destruirá.
Si hemos enriquecido la parte interior, podremos
subsistir. ¡Que siga el prestigio y la capacidad de asombro de uno y otro! Al
final ya será más largo el pasado que el futuro.
Los primeros que defienden el divorcio son
Montesquieu, Diderot y d’Alembert, masones. Decían:
Somos antidivorcistas pero como lo que importa es que
el hombre sea libre totalmente, el hombre no se debe ligar de por vida ni a
Dios ni a una mujer.
Sinceridad no es decirlo todo, sino lo que hay que
decir. Sinceridad es no mentir, no encubrir, no disimular. A las mujeres nos
sienta mal saber las cosas por terceros. Necesitamos que nos demuestran que nos
quieren y demostrarlo., Aunque sea haciendo comedia, pero si la haces, hazla
bien.
La entrega y la generosidad en muchas ocasiones
implican espíritu de sacrificio. Para estudiar cualquier carrera hay que
sacrificarse, el matrimonio no es una excepción de lucha, y eso lleva
felicidad, pero a veces alguno es un egoísta que no desea depender de nadie.