Negaciones ideológicas de la
realidad
P. Fernando Pascual
21-10-2017
Una característica de las
ideologías consiste en negar la realidad, en decir que las cosas son como dicen
los ideólogos, y no como esas cosas se manifiestan por sí mismas.
Esto se aplica a muchos
campos. En lo jurídico, se niega la inocencia de miles de personas para afirmar
que el simple hecho de ser de una raza, de una religión, de un partido político
o de una clase social ya los convierte en culpables.
En lo biológico, se niega la
evidencia física, genética, hormonal, de las diferencias entre los sexos, para
afirmar que cada uno es según lo que siente, tenga el cuerpo que tenga.
En las técnicas de fecundación
artificial, se niega la importancia de los padres biológicos para decir que
solo importan los padres legales cuando, por ejemplo, se recurre a la donación
de gametos (óvulos o esperma) y se deja en un extraño anonimato a los donadores
(verdaderos padres genéticos de esos hijos).
En lo histórico, se niegan los
hechos para construir narraciones según los intereses de grupos particulares,
con las que se avalan murallas, fronteras, revoluciones y desobediencias a
leyes y costumbres sanas y promotoras de concordia.
En lo cultural, se niega la
misma idea de verdad para afirmar que todo es relativo y que para cada uno las
cosas son como las piense o las sienta. Por desgracia, cuando uno pretende
atravesar un muro la realidad vence a los más obstinados subjetivistas.
La lista podría alargarse,
pero muestra una perversión ocurrida tantas veces en la historia humana: la de
quienes buscan imponer sus pensamientos y deseos personales por encima de las
evidencias y de los datos que nos permiten conocer la realidad.
Frente a tantas negaciones
ideológicas de la realidad, algunas de las cuales han llegado a prohibir la
divulgación de estudios o de conferencias que vayan contra los ideólogos de
turno, vale la pena promover esa valentía y sencillez de los niños, de los
buenos filósofos y de los mártires.
La realidad, a pesar de todas
las ideologías, no se deja manipular. Un cuerpo humano no está a merced de los
gustos personales, ni podemos decir que es matrimonio lo que no lo es, o que es
justicia lo que simplemente coincide con la imposición delictiva de mayorías
sobre minorías.
Por eso, tarde o temprano esa
realidad brilla con toda su fuerza, despierta a los engañados, confunde a los
defensores de máximas manipuladoras, y orienta los mejores proyectos y acciones
de quienes, por encima de las ideologías, trabajan por respetar la naturaleza de
las cosas y construyen sociedades basadas en la búsqueda honesta y esforzada de
la verdad.