AFECTO

 

Leía cuando una frase llamó mi atención.

De la boca de uno de los personajes del escrito salió aquella frase.

“No soy merecedora de afecto”

Me detuve en tal manifestación.

Había algo que no terminaba de conformar en tal afirmación.

“Merecedora de afecto”

El afecto no es una cuestión de méritos.

El afecto es una cuestión de sintonía interior.

Puede uno llegar a experimentar afecto por una persona a quien va, progresivamente, conociendo.

Puede uno llegar a experimentar afecto por una persona a quien ve por primera vez.

Puede uno llegar a experimentar afecto por una persona a quien siente le conoce de toda la vida.

El afecto puede ser un sentimiento creciente que uno va experimentado.

Puede ser, también, un sentimiento repentino que se experimenta.

Sea como sea, siempre es un algo que no resiste a lógica alguna.

En un determinado momento uno descubre que el afecto está allí ocupando un lugar de privilegio dentro de uno.

Pueden existir muchas razones o puede existir ninguna razón.

Está y no hay que buscar muchas explicaciones.

Pero, sin duda, no es una cuestión de merecimientos.

Volvamos a la frase: “No soy merecedora”

Creo nadie puede decirse no ser “merecedor de afecto”

El afecto es una necesidad humana.

Todo ser humano es necesitado de afecto.

Se podrá no aceptar el afecto que alguien brinda.

Se podrá no querer aceptar el afecto que alguien hace sentir.

Se podrá tener un cierto temor a recibir el afecto de alguien.

Pero siempre se está necesitando algo de afecto.

Es un aliciente indispensable para nuestra condición.

Quizás, en oportunidades, se tema el recibir afecto por no poder dominar lo que ello implica.

Quizás, en oportunidades, se tema el recibir afecto por las consecuencias que tal cosa pueda significar.

Mediante la reciprocidad del afecto se permite a alguien adentrarse en su vida.

Cuando se experimenta el afecto de alguien y uno responde al mismo se establece un vínculo que debe ayudar al crecimiento y  la maduración personal.

El afecto no se impone ni se merece, simplemente se da.

Se instala sin que se puedan explicar las razones del mismo.

Se da y es una experiencia gratificante.

Se da y es una experiencia descartable o cultivable.

Nadie puede decir la frase del comienzo.

Todos somos “merecedores” de afecto y tal cosa es muy saludable.

Saludable porque reconfortante y removedor.

Saludable porque despertador de sonrisas y amistad.

Saludable puesto que ayuda a la realización.

Si alguien dice esa frase desde la verdad es, sin duda, mucho más que “merecedor” de todo el afecto que se le puede brindar.

 

Padre Martin Ponce de Leon SDB