ALGO MÁS QUE PALABRAS
PARA VIVIR HAY QUE SABER RESPETAR
============================
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
============================
Tenemos que respetarnos, hasta
el punto de que el primer efecto a considerar, es inspirar un gran aprecio por
todo ser humano, lo que nos exige articular nuevos abecedarios de acogida, de
protección e integración de todas las culturas, sobre todo de aquellas que
cultivan y laborean el intercambio intercultural desde el encuentro, favoreciendo
así la centralidad armónica de la persona, siempre haciendo familia con el
entorno. Desde luego, esta pedagogía anímica que nos da identidad de relación,
aparte de que nos insta a escuchar al análogo, verdaderamente también nos
trasciende y hermana. Sin duda, hemos de caminar juntos, este es el núcleo del
diálogo, cuando se hace desde la autenticidad y la búsqueda del bien colectivo.
De ahí que sea fundamental instruir en valores. Por desgracia, hoy en el mundo
tenemos una escasez de maestros bien capacitados. Confiemos que la demanda de
docentes aumente, cuando menos la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible
confía a la UNESCO a dirigir y coordinar
el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: Educación de Calidad a través del Marco
de Acción Educativa, que tiene como objetivo el aumento sustancial de los
docentes profesionalmente cualificados.
Indudablemente, la educación
transforma existencias, encauza caminos, reconstruye vidas en firme. Para
empezar, no podemos continuar con este espíritu que nos desune, aparta y
separa. Necesitamos reunificarnos en familia, como un factor de integración de
valores, pues sin ella es imposible acrecentar esa comunión de personas, unidas
por la entrega generosa. Hemos de reconocer que hay un desarraigo cultural que
nos destruye. Debiéramos estimar mucho más la cercanía y la intensidad de los
vínculos, que son los que en definitiva nos fraternizan como especie.
Precisamente, el educador que lo es en verdad y por vocación, engendra ese
sentido espiritual de unión y unidad. Convencido de que para saber vivir hay
que saber antes respetar, entiendo, que únicamente por esa transmisión
ejemplarizante de quien predica con el ejemplo, el ser humano llega a
humanizarse, o sea, a revivirse solidariamente, lo que nos activa hacia un
mundo más conciliador y responsable con la transmisión de la vida.
En todo caso, si vivir es una
destreza, caminar también es realmente una estética, una empatía, donde ha de primar la admiración
de los unos hacia los otros. Este arte por comprender emociones y abecedarios
diversos es lo que realmente nos humaniza. En este sentido, yo también defiendo
la idea de que los viajes y el turismo contribuyen a abrirnos más la mente, con
lo que esto supone de avance y entendimiento, además de ser el medio de vida
para muchas personas. No podemos continuar instalados en la inhumanidad. Esto
suele pasar cuando los que nos gobiernan pierden la compostura, también los que
obedecen, por esa falta de referentes, suelen perder la mesura. Pero aún así, tenemos
corazón, aunque muchas veces no sigamos sus latidos al pie de la letra, pero es
nuestra fuente de esperanza y el anhelo mueve montañas. Por tanto, al no ser
piedras, tampoco se puede negar la dignidad a ningún ser humano. La creciente
explotación física, económica, sexual, nos está encadenando a la
deshumanización y a la humillación. Por eso, hemos de hacer frente a la
multitud de esclavitudes modernas totalmente irrespetuosas con buena parte de
la ciudadanía. Sostenidos por los ideales de nuestros valores humanos, todos
podemos y debemos hacer mucho más por levantar el estandarte del afecto mutuo y
dentro de un espíritu de sinceridad.
Posiblemente, en muchas partes
del mundo, tengamos más hambre de aprecio que de alimentos. En ocasiones, vemos que nadie respeta a nadie,
ni tampoco nos respetamos a nosotros mismos. Esto es grave, gravísimo, ya que
el primer efecto del amor es inspirar una gran reverencia por el mismo yo, para
poder luego conjugarlo en los demás. Difícilmente puedo amar a nadie si yo no
me quiero, ni se quererme. En consecuencia, las fibras que nos amarran son
hilos de necesidad. Y,
efectivamente, la mayor miseria que
estamos atravesando es no saber vivir en comunión, ni en comunidad. Hay una
falta de modales a todo y hacia todo que
nos deja sin aire. Ojalá descubramos en nuestras familias, en las escuelas, en
las sociedades de espíritu democrático, el respeto del hombre como ser en
desarrollo, en formación, como ser racional en suma. Será la manera de impulsar
un respeto por el pasado y una expectativa por el porvenir.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
27 de
septiembre de 2017