¿Desilusión un cristiano?

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

La frontera entre depresión y desilusión no está exactamente definida. No se vive como realidades anímicas diferenciadas. Las dos son situaciones enfermizas. Y ni siquiera su entorno está vallado.

 

Como no deseo que de ninguna manera alguien piense que he querido situarme en ámbitos propios de la siquiatría o sicología, me voy a situar en un pasaje evangélico muy peculiar: Jesús en Getsemaní. No quiero dictar un diagnóstico. Alguien me diría tal vez, que lo que sufrió allí el Señor fue estrés emocional. No importa en este momento la definición de lo que Lucas y Marcos llaman angustia y agonía, según traducción de la Biblia de Jerusalén. El que sufre depresión y el que está desilusionado encuentran sin duda, consuelo en la contemplación del pasaje. A quien me confía sufrir tales situaciones, doy por supuesto ahora que se trata de un cristiano, de inmediato le digo que recuerde el pasaje de Getsemaní.

 

Especial interés pongo en la oración al aire libre o en la iglesita, de la noche del Jueves Santo. Se me ocurre ahora pensar que si un día la comunidad cristiana fue consciente de que la institución de la Eucaristía, situada en una descripción evangélica previa al prendimiento, tortura y ejecución del Señor, merecía dedicarle un día exclusivo, el Corpus Christi, Getsemaní merecería también una fiesta aparte. En dicha oración, acostumbro a situar en el centro, muy próximo a la cruz, un tronco de olivo del lugar donde ocurrió este tormento espiritual, para que cada uno se sienta simbólicamente más incorporado. También a quien me habla de sus angustias emocionales que dificultan o impiden su progreso espiritual, les doy un tronquito del mismo origen. Tenlo en tus manos, les digo, apriétalas, más le dolieron a Jesús, no obstante, se levantó y fue al encuentro de quienes le buscaban, decidido continuó siendo fiel al proyecto que para Él había proyectado su Padre.

 

Nuestra Fe no es pura enseñanza de un competente maestro espiritual, que lo fue sin duda. La mayor riqueza de esta Fe es que nuestro instructor es líder en su vida histórica, en su proceder podemos aprender y para más inri este guía nos ha confiado que no nos trata como siervos, a nosotros nos considera amigos (Jn 15,15). Es, pues, imitable y amable. Y esto debemos recordarlo siempre, cuando en alguna etapa de la vida sentimos que hemos caído en un socavón.

 

En la mejor situación de exaltación y goce anímico, en la más penosa vivencia de cómo nos encontramos, siempre es posible dar una limosna, ayudar a levantarse a alguien que ha resbalado al pisar una piel de plátano. Decir que no se puede hacer nada es, generalmente, holgazanería.

 

Impedido físicamente, marginado por los superiores, aislado de la sociedad, el último deseo-mandato del Señor: id por todo el mundo, predicad el Evangelio… desde cualquier rincón u hoyo, mediante internet se puede cumplir, sintiéndose colaborador de redención y feliz.