Sobre la rigidez

P. Fernando Pascual

9-9-2017

 

Rígido se opone a flexible. Lo que es rígido ofrece una fuerte resistencia al cambio, a nivel físico (una vara de hierro) o a nivel intelectual (una idea considerada como absoluta y completamente verdadera).

 

En general, la rigidez es vista como algo negativo. Puesto que el mundo está lleno de movimientos y de procesos, lo rígido corre el riesgo de quebrarse, mientras que lo flexible puede sobrevivir al adaptarse a las presiones externas.

 

El tema de la rigidez, sin embargo, merece una reflexión más profunda. Pensemos en un ejemplo concreto: una persona afirma tajantemente que el racismo es injusto y que merece ser perseguido por la ley.

 

Seguramente quien piensa lo anterior lo hace con firmeza, con decisión. Es decir, con rigidez, por un simple motivo: no quiere cambiar de idea, porque considera que el racismo siempre es algo malo.

 

Este ejemplo da a entender que la rigidez puede darse en ámbitos correctos. Nadie acusaría a un antiracista de negativo por su firmeza y "rigidez". Al contrario, en varias sociedades la gran mayoría considera de modo absoluto el racismo como sumamente injusto.

 

Podríamos añadir otros ejemplos. Las normas que impiden entrar en la sala de operaciones a personas no autorizadas se aplican rígidamente. La enseñanza de disciplinas numéricas suele hacerse con la convicción de que una fórmula matemática tiene vigencia hoy como ayer y como mañana.

 

Ciertamente, la historia muestra cómo afirmaciones del pasado sostenidas rígidamente por pensadores concretos o por la casi totalidad un pueblo, hoy han sido superadas y las vemos como erróneas, incluso como dañinas.

 

Pero esto no implica suponer que el error está solamente en el modo de adherirse a algo, sino en el contenido que uno considera como verdadero.

 

Por eso, al hablar de rigidez, conviene discernir serenamente si una posición considerada como rígida tiene sentido por basarse en elementos válidos que garantizan su verdad, o si carece de los mismos.

 

Solo en el segundo caso (creer en algo como absoluto e indiscutible cuando no es ni lo uno ni lo otro) la rigidez merece ser condenada. Mientras que una rigidez que surge desde la aceptación de verdades y desde una sana adhesión al bien puede ser acogida sin problemas en sociedades abiertas y justas.