Un rincón para estar con Dios

P. Fernando Pascual

9-9-2017

 

Los golpes de la vida llegan. A veces, lentamente, sin que ello impida que desgasten por su persistencia. Otras veces, todos a la vez, como una granizada, y entonces el corazón tiembla ante la fuerza de la adversidad.

 

En los momentos de contrariedad y de fracaso necesitamos encontrar un rincón para estar con Dios. Los hombres dañan, con o sin culpa. Las dificultades aumentan. Uno mismo incurre en errores que generan pena y desconcierto.

 

Al acudir a Dios, el alma siente la paz que viene del descubrir que un Padre nos espera, nos acoge, nos mira con cariño, nos perdona, nos consuela y nos fortalece.

 

El rincón más hermoso para estar con Dios está en esas iglesias donde un Sagrario guarda la presencia viva del Cuerpo de Cristo, alimento para millones de cristianos a lo largo del tiempo y del espacio.

 

Al cruzar las puertas de un templo, el silencio se convierte en diálogo de corazones. La brisa alivia ante el calor de una ira dañina o de una tibieza heladora.

 

Frente a un mundo de prisas, ruidos, olvidos, rencores, traiciones, el Sagrario se convierte en un rincón tranquilo que renueva la esperanza, que confirma en la fe, que impulsa a un amor que sabe perdonar y acoger.

 

Los relojes siguen su camino. El autobús llegará pronto a la parada. Termina el tiempo para estar con el Maestro. He recibido, desde el cielo, la fuerza de un maná que permite seguir adelante.

 

El viento, con fuerza, taladra nuevamente el cuerpo cansado. Miradas anónimas vienen y van, porque hay mil cosas urgentes que llevar a cabo. Dentro de mí hay un cambio que solo se explica desde un encuentro.

 

Dios ha derramado el consuelo de su promesa que da vida (cf. Sal 119,50). Le agradezco, nuevamente, que se haya quedado con nosotros, que nos ofrezca, en nuestro mundo, un rincón para estar con Él y con los hermanos.