Amor a la Cruz

Rebeca Reynaud

 

En una entrevista al Cardenal Ratzinger, Messori le pidió hacer un resumen de los 20 siglos de cristianismo. El cardenal Ratzinger contestó: durante 19 siglos los cristianos han aceptado la Cruz, sólo en el último siglo se la ha rechazado. Es para pensarse pues somos personas nacidas en el siglo XX.

Los Apóstoles entendían a veces poco, a veces mucho, pero cuando Jesucristo les habla de la Cruz, no entendían nada.

Estamos viviendo los tiempos de oscuridad espiritual más grande en toda la historia, y a la vez, el mundo nunca ha sido más atractivo, más seductor, más hechizante que hoy. Nunca había tenido más propuestas para que el hombre se enamore de él que hoy.

 

No son contrariedades el que salgan o no las cosas. La única contrariedad es examinarse y ver que le hemos fallado a Dios en alguna cosa. Mayita, una señora que tuvo catorce hijos, decía con sabiduría: “Ser buena  suegra consiste en el arte de no meterte en nada en algo que te importa mucho”.

 

A pocos meses de que Juan Pablo inició de su pontificado, su secretario don Estanislao, le confesó:

─ Santo Padre, quiero decirle algo: ¿Por qué no me regresa a Polonia? Me siento muy incómodo aquí en el Vaticano, tengo pocos conocidos, no sé manejar mucho el protocolo, desconozco mucho de cómo se deben hacer las cosas, su agenda a veces no tengo idea cómo debo priorizarla, etcétera, estoy muy forzado.

Juan Pablo II se le queda viendo y le contestó:

─ Estanislao, ¿qué te parece si nos regresamos los dos? Por que a mí me pasa exactamente lo mismo.

Después de aquel momento ya no volvió a tocar el tema.

 

La prueba siempre es breve. Por larga que sea la existencia y áspera la prueba, siempre será incomparablemente inferior en duración y profundidad respecto a la eternidad y a las bienaventuranzas que nos esperan. La prueba terrenal será breve respecto a la eternidad.

 

Jesús sufrió más que cualquier hombre. Él no veía el suceso del momento. Veía las consecuencias que ese suceso tendría en la eternidad; enseñándonos que el sufrimiento termina, pero los efectos de ese sufrimiento no terminan pues tienen frutos de vida eterna (Valtorta).

 

El ser humano que sufre “completa lo que falta a los padecimientos de Cristo”. En la dimensión espiritual sirve para la salvación de muchos: es un servicio insustituible. No hay otro camino para salvar al mundo: la Cruz, el sufrimiento. Jesucristo, que es Dios, no escogió otro camino que éste para ser Salvador. Dios quiere que sepamos que la gloria se convertirá en Gloria para nosotros pero en la otra vida.

 

Lo que determina la calidad de vida, dice Víktor Frankl, es la libertad de elegir cómo responder a cada situación. Si actuamos negativamente, se registra en el cerebro y queda como norma, pero podemos modificar esa conducta y poner pensamientos positivos, y eso también se hace norma.

 

Santa Margarita María de Alacoque cuenta: “Un día se me apareció el Sagrado Corazón y me dijo: ¿Cuál prefieres de estas dos gracias?: La salud del cuerpo, la alegría del alma debida a la confianza de tus superioras, la estima y el afecto de tus compañeras y el aprecio de la gente, o, la enfermedad, la prueba de la desconfianza de tus superioras, el desprecio de tus compañeras y cien sufrimientos más”. Como Margarita María era inteligente le contestó al Sagrado Corazón: “Tú elige por mí”. Y Jesús le respondió: “por elijo la Cruz para ti porque el camino de la Cruz es el que más me gusta, pues por él es como más os parecéis a mí”. En ese momento vio los sufrimientos de su vida y tembló, pero pensó: “Cuando un alma ama, le da al amado lo más precioso que posee. Cuando Dios ama, da el paraíso, y fuera del paraíso, nada hay más precioso que la Cruz”. Esta situación duró veinte años. Gracias a este sufrimiento pudo extenderse en el mundo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.