¿Cómo ser atractivo?

Rebeca Renaud

Lo atractivo de un hombre es su virilidad, y lo atractivo de una mujer, su feminidad. El ser humano es un ser que necesita absolutamente la verdad. La verdad sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre Dios. Todos los problemas nacen de un hecho: Que no queremos o no sabemos aceptar la realidad.

Las personas, antes de revelar lo que son, presentan una imagen de cómo quieren ser conocidos; pero lo que realmente son está en su intimidad. La intimidad es lo que nos hace reconocernos a nosotros mismos, e ir adelante, es lo que nos hace ser como somos y lo que nos potencia. Todos hemos conocidos a una persona fea pero atractiva, por su simpatía, su optimismo, porque es cariñosa…

Hay jóvenes que dicen: “Esta persona me atrae mucho”, y no conocen sus principios o no conocen si no los tienen. ¡No piensan! Hay un proverbio ruso que dice: "Hay que pensarlo bien antes de iniciar un negocio; dos veces antes de ir a la guerra; tres antes de casarse". Tenemos una inclinación muy fuerte hacia el mal, hacia el pecado (el llamado en latín, el fomes peccati), y una inclinación todavía más fuerte hacia el bien. Edith Stein advierte: “Una persona educada es aquella a la que le sabe bien lo bueno y le sabe mal, lo malo”.

El enamoramiento. Es un estado emocional provocado por el encuentro con una persona del sexo opuesto. Inicial y originalmente es algo que sucede. Nosotros no elegimos estar enamorados; más bien esto lo comprendemos, es un suceso y un acto indecible, y con frecuencia no es posible decir por qué nuestra atención se fija más en una persona que en otra. En la antigüedad se explicaba esa atracción misteriosa el flechazo de Cupido (en la mitología grecorromana), y seguimos sin explicarnos del todo el misterio del amor.

Cuando se está enamorado, se desea estar cerca de aquél a quien se ama, de tal modo que esta cercanía se vuelve el centro de la propia existencia. Su interés pasa antes que el nuestro; por él, o ella, estaríamos dispuestos a sacrificarnos. El amado se nos presenta como un valor que exige de nuestra parte un reconocimiento incondicional.

Enamorarse consiste en no poder llevar a cabo el proyecto personal sin meter dentro de él a esa otra persona. El amor implica exclusividad —sólo esta persona— y lleva la nota del “para siempre”. El amor tiende a la eternidad, a dar ya recibir: a ser amor fiel.

Séneca afirma que el hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo. Hay que dominar los instintos, y vivir la fidelidad por elección propia, es decir, por convicción. Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad. Es necesario reafirmar con claridad que la limpieza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad "custodia" el amor, no los amoríos.

Hoy muchos anuncios comerciales te invitan, malamente, a “romper los límites”, cuando toda la historia de la educación se ha basado en la templanza, desde la antigüedad. Esto lo vemos Atenas, en tiempos de Sócrates y en muchos pueblos antiguos, que caen de su cumbre cuando se corrompen moralmente.

“El que un adolescente sea casto es absolutamente esencial para su felicidad”, asegura Patrick Fagan, experto en Antropología de la sexualidad. El también afirma que quisiera con cariño gritar a los jóvenes: “No te dejes engañar y pienses que la mayoría de los jóvenes tienen relaciones sexuales. ¡No las tienen! Hay mucho que saber y que pensar antes de acceder a ellas”.

Los jóvenes desean afecto y ser aceptados como son. Los jóvenes desean en primer lugar un hogar feliz, estable. Una chica de 16 años decía: “Deseo que alguien me ame, que alguien me muestre cariño. Deseo amar pero no sé cómo aceptar el amor ni como darlo”. Los jóvenes están sedientos de amor, de afecto, y muchas veces, sobre todo la mujer, busca seguridad y ser amada por sí misma, no por lo que tiene. Tal vez lo que falta en la relación amorosa de hoy sea el romanticismo. Los jóvenes y los adolescentes quieren tener las reglas del juego, pero pocas veces se las ponen. Unas de esas reglas podrían ser respetar el cuerpo y el alma del otro, estar juntos poco tiempo a la semana y, de vez en cuando, hablar de temas importantes para saber si coinciden en lo que para cada uno es esencial.

Hay una piedra en la que fácilmente podemos tropezar: buscar que los demás cambien pero no querer cambiar yo. Un escritor francés, F. Bossuet, afirmaba: “Entre los hombres es un gran defecto querer arreglarlo todo sin arreglarse a sí mismos”.

¿Cómo ser una persona atractiva? Cultivando las virtudes cardinales. San Agustín describe así las virtudes cardinales: “Templaza es el amor que se mantiene íntegro e incólume (…); fortaleza es el amor que todo lo soporta por aquello que ama; justicia es el amor que observa el orden recto (…); prudencia es aquel amor que sabe distinguir bien entre lo que es ventajoso en su camino hacia Dios y lo que puede ser un obstáculo”.

 Cuando una persona nos cae bien, atrae, pensamos: “Esta persona ¿qué tiene?”. Vemos que es alegre, servicial, sencilla. Tiene virtudes humanas. Las virtudes humanas embellecen la personalidad. Cuando una persona nos cae mal, analizamos “¿por qué cae mal?” Y vemos que es mal hablada, voluble, pesimista, impuntual, mentirosa, egoísta o vanidosa, huele mal. ¿De qué carece? De cualidades humanas.

¿Qué es lo que hace a una persona valiosa? Sus hábitos buenos. Un hábito bueno es saber compartir o ser leal, un hábito malo es ser egoísta o inconstante (por ejemplo). Lo atractivo de un hombre es su virilidad, y de la mujer su feminidad; peso eso no basta, se requieren también las virtudes humanas: la alegría, el orden, la limpieza personal, el optimismo, la responsabilidad, la generosidad, el respeto por lo que es opinable, el amor a la libertad, la lealtad, no ser posesivos o celosos… En resumen: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Investígalas pues es un tema importantisísimo, no sólo para triunfar en el amor sino para triunfar en el trabajo y en la amistad.

Las virtudes humanas son actitudes firmes, perfecciones del entendimiento y de la voluntad que ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón. Proporcionan facilidad para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.

Cultiva las cualidades del carácter, ya que determinan tu conducta: Benevolencia vs. Egoísmo; Bondad vs. Aspereza; Compasión vs. Indiferencia; Contentamiento vs. Codicia; Deferencia vs. Descortesía; Diligencia vs. Pereza; Discreción vs. Simpleza; Dominio propio vs. Desenfreno; Entusiasmo vs. Apatía; Flexibilidad vs. Resistencia; Generosidad vs. Mezquindad; Agradecimiento vs. Ingratitud; Humildad vs. Orgullo; Mansedumbre vs. Ira; Paciencia vs. Desasosiego; Perseverancia vs. Desaliento; Sabiduría vs. Necedad; Seguridad vs. Ansiedad; Sensibilidad vs. Dureza; Magnanimidad vs. “Codez” o Pusilanimidad; Veracidad vs. Engaño; Delicadeza en el trato vs. Grosería y Violencia.

Si todas las virtudes son importantes, quizá la templanza tenga especial relevancia. Templanza en comida, bebida, vista (películas), música, comodidad... La voluntad está inclinada al bien honesto o moral, pero puede desviarse.

Entrando ya al tema de la amistad y del noviazgo, la primera ley del amor es no ceder a la gratificación inferior si se quiere llegar a la superior. Y esto, ¿qué significa? Pongamos un ejemplo: un muchacho corteja a una muchacha, y le hace un regalo que le gusta tanto, tanto, tanto, ¡tantísimo!, que hasta se olvida del muchacho. ¡Pues hizo un mal negocio! A la próxima visita ella espera otro regalo, y así sucesivamente, y se va aficionando, no a la persona que la ama, sino a los regalos. Las caricias son como un regalo que pueden llevarnos a olvidar a la persona ¾porque la mente se ofusca¾ para quedarse con el regalo. El amor pide ser fiel a la persona y no ceder ante el halago del regalo. La vida va enseñando que, a veces, por preferir lo inferior, se sacrifica lo superior; como aquella muchacha que con el primer muchacho que encuentra, se besa. ¡Es tonta! ¡Babosa! (de baba).

Psicólogos experimentados afirman que, al precipitar las relaciones sexuales –vividas a menudo como una toma de posesión del misterio fisiológico y psicológico de la otra persona-, se cierra prematuramente la etapa de la ternura, del acceso pudoroso a la intimidad ajena. El pudor salvaguarda la propia dignidad. La impaciencia destruye la armonía interior. Las relaciones sexuales devaluadas producen desencanto y desazón porque desajustan los ritmos naturales de la propia vida. La intimidad hemos de ganarla pacientemente. No podemos ser amigos íntimos en una hora.

Y si dos personas se aman ¿deben esperar?... Si él y ella están profundamente enamorados, ¿no es suficiente eso para enlazarlos para siempre? No. Enamorarse es la cosa más fácil del mundo. Permanecer enamorados, la más difícil.

Una anécdota de la vida real:

Una chica fue a una fiesta vestida decentemente, donde las demás iban con falda corta y ropa entallada. Una compañera le preguntó:

- ¿Por qué te vestiste así?”.

A lo que ella contestó:

- “Porque me gusta que me miren a la cara, no al cuerpo. Quiero que me amen a mí –completa-, y no sólo a mi cuerpo”.

Si tienes un cuerpo bonito o feito, no lo descubras cada vez más, como dicta la moda, pues le quitas el “misterio” que toda mujer posee. Tampoco te pongas tatuajes; son vulgares.

Por otro lado, la fe es el criterio que define nuestro estilo de vida. “Los que viven según la carne sienten las cosas de la carne, en cambio los que viven según el Espíritu sienten las cosas del Espíritu” (Rom 8,5).

El concepto de abstinencia sexual hasta el compromiso formal no se desarrolla en el vacío, sino que los jóvenes deben de comprender que sus acciones tienen consecuencias. No les debe de extrañar que las relaciones sexuales sean fecundas, cuando todo el planeta está diseñado para dar la vida. Valorar la abstención sexual significa valorar el sexo, que es una maravilla, y valorarse a sí mismos, de modo que se guarda ese tesoro para la persona amada, en el tiempo y en el lugar oportuno; dentro del matrimonio.

El ser humano no vive para el placer del instante sino que tiende a la felicidad eterna. Para lograr esa meta no hay que dejarse dominar por el instinto. San Alfonso María de Ligorio afirmó que en el infierno, el 99% de los condenados están allí por faltas de castidad. Invirtiendo la frase se puede afirmar que siendo puros, existe un 99% de probabilidades de ir al Cielo. La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a la oración.

Esos hábitos desarrollados, nos hacer ser mejores. Y eso es lo que embellece a una persona: ser alegre, respetuosa, fiel, responsable, limpia por dentro y por fuera.