La fecundidad plena
P. Fernando Pascual
2-7-2017
Nos gusta la vida, sobre todo
por tantas experiencias de amor que dan sentido y brillo a cada jornada.
En esa vida deseamos la
fecundidad verdadera, la que produce frutos buenos que duran y que sirven para
el presente y para el futuro.
La fecundidad llega a ser
plena si se construye en el tiempo y salta hasta la vida eterna. Entonces todo
adquiere sentido, porque tiene la fuerza del amor completo.
Esa fecundidad plena solo es
posible cuando el sarmiento está unido a la vid, cuando el discípulo vive junto
a su Maestro.
“Yo soy la vid; vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque
separados de mí no podéis hacer nada” (Jn
15,5).
Cuando dejamos al Señor, cuando
buscamos vivir según los criterios del mundo, empezamos a ser estériles.
Entonces todo lo que hacemos,
incluso lo que podría ser útil, está herido por el mal del egoísmo, la
avaricia, la soberbia, la vanagloria.
En cambio, si permitimos que
la Sangre de Cristo alimente nuestras almas y nos contagie con el Amor pleno,
adquirimos esa fecundidad que lleva a la vida.
Cada día escojo con qué linfa
alimento mis pensamientos y decisiones. Si me uno a la Vid de Dios un fuego
indestructible habitará en mis actos, y llegaré a milagros insospechados.
“En verdad, en verdad os digo:
el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún,
porque yo voy al Padre” (Jn 14,12).