Ofrecer sacrificios por los
pecadores
P. Fernando Pascual
2-7-2017
Entre los ejemplos que nos han
dejado los videntes de Fátima, santa Jacinta y san Francisco Marto, destaca el continuo deseo de ofrecer sacrificios a
Dios por los pecadores.
Según cuenta Lucía, la otra
vidente de Fátima, con frecuencia sus primos dejaban de comer, o de jugar, o
incluso de beber agua en un día caluroso, por el deseo de ayudar a la
conversión de las almas.
Esos ejemplos valen para todos
los tiempos, también para nuestra época tan llena de contrastes, donde unos
viven en una abundancia casi lujosa mientras otros carecen de agua potable y de
alimento adecuado, donde muchos viven como si Dios no existiera y el pecado
llega a ser exaltado como si fuera valioso.
En medio de tanto olvido del
bien, de la justicia, de la misericordia, un pequeño sacrificio toca a las
puertas del cielo y abre la tierra a la acción de Dios. A veces basta con muy
poco: pasar menos tiempo ante la pantalla, no tomar una comida apetitosa,
renunciar a un gesto de pereza, no responder a quien nos injuria.
Así de sencillo, así de fácil,
y con eficacia que muchas veces supera nuestra imaginación. Porque cuando Dios
acoge la oración confiada y el sacrificio sincero de uno de sus hijos, empiezan
los milagros en el mundo.
El mensaje de conversión y
penitencia de Fátima, vivido por unos pastores sencillos y generosos, llega
también a nosotros y nos invita a pasos concretos para suplicar a Dios, a
través de la Virgen María, paz, misericordia, conversión, pureza, esperanza,
fe, y mucho amor.
Así nos lo enseñan las vidas
de tantos miles y miles de santos de todos los tiempos; santos entre los que se
encuentran unos niños que, en el corazón de Portugal, un día recibieron la
visita de la Virgen y comunicaron a muchos bautizados las palabras de Cristo:
Convertíos… (cf. Mt 4,17).