El problema del pensar mal
P. Fernando Pascual
2-7-2017
Muchos errores surgen no por
falta de pensamiento, sino desde un modo equivocado de pensar. Porque graves
daños surgen cuando alguien piensa mal.
¿Cuándo se piensa mal? Cuando
uno acepta premisas equivocadas porque son repetidas por la mayoría sin el
menor sentido crítico.
O cuando otro reflexiona con
prisas guiado por sentimientos y pasiones que impiden controlar los datos con
más precisión.
También el pensamiento se
convierte en sofístico si busca solo triunfar sobre el otro a cualquier precio,
sin abrirse al reconocimiento de que también hay puntos válidos en el “adversario”.
El problema del pensar mal
genera discusiones absurdas, tensiones acumuladas, desprecios injustos, incluso
agresiones verbales o físicas.
Basta con observar cómo
reaccionan algunos presuntos defensores de derechos individuales ante quienes
levanten dudas enriquecedoras acerca de planteamientos débiles o erróneos.
Por eso, frente a tantas
personas que muestran modos de pensar llenos de pasiones y prejuicios y vacíos
de serenidad y de apertura de mente, vale la pena un esfuerzo continuo para no
caer en la misma trampa y para ir a fondo en tantos temas que lo ameritan.
Entonces en medios
informativos y en el puesto de trabajo, entre amigos y entre familiares, habrá
menos discusiones absurdas y más diálogos que permitan orientar la mente hacia
razonamientos serenos; razonamientos dirigidos agudamente hacia los datos tal y
como se presentan a una mente abierta y reflexiva.