Un camino fácil para el amor
P. Fernando Pascual
23-6-2017
El centro de nuestros
corazones está en el amor. El amor nos lleva a actuar, dibuja nuestras vidas,
explica nuestras relaciones.
Nadie puede vivir sin amar.
Constitutivamente nos orientamos siempre hacia alguien o hacia algo. El amor
será sano si nos lleva hacia el bien. El amor estará herido si nos ata al
egoísmo y nos arrastra hacia el mal.
En una de sus cartas, santa
Catalina de Siena afirmaba: “El alma no puede vivir sin amor: o amará a Dios o
al mundo. El alma se une siempre a la cosa que ama y en ella se convierte”
(Carta 44)
En otra carta describía un
camino fácil para el amor: “Toda virtud tiene vida por el amor; y el amor se
adquiere en el amor, es decir, fijándonos cuán amados somos de Dios. Viéndonos
tan amados, es imposible que no amemos” (Carta 50).
Así de fácil... y así de
difícil, pues el egoísmo nos asedia continuamente, el miedo nos paraliza, y no
somos capaces de abrir los ojos para descubrir tantas huellas de la ternura y
cercanía de Dios.
Por eso, necesitamos romper
con el pecado, sacudir toda soberbia, limpiar el alma del apego a los placeres
y a los bienes materiales. Así estaremos listos para reconocer la gran verdad:
Dios me ama.
“En esto consiste el amor: no
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,10‑11).
Ese amor nos ayudará a cumplir
los mandamientos (cf. 1Jn 5,2-3), porque en ellos veremos el camino
concreto para amar a Dios y a los hermanos, hasta poder llegar a la plena
identificación con Cristo.
Entonces será posible que
hagamos nuestras las palabras de un gran enamorado, san Pablo: “y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga
2,20). Porque estaremos unidos a la vid, y en nuestras venas correrá el fuego
de quien nos amó primero.