La consecuencia más grave del
aborto
P. Fernando Pascual
17-6-2017
Con frecuencia se producen
consecuencias dañinas del aborto. Además de posibles daños físicos en la madre,
existen secuelas en su corazón, entre las que no faltan depresiones y tristezas
profundas tras una decisión muchas veces envuelta en un contexto dramático.
Pero la consecuencia más grave
de todo aborto provocado radica en la eliminación de la vida de un ser humano
indefenso, de un hijo en las primeras etapas de su desarrollo.
Alguno dirá que lo mejor para
ese hijo era precisamente no nacer. ¿Cómo habría sido su existencia si hubiera
seguido adelante en situaciones de pobreza, o de falta de cariño, o de
tensiones en su madre y en quienes la rodean?
Al pensar así, uno se sitúa en
una especie de observatorio superior en el que se siente capaz de decidir qué
existencia sería digna de ser vivida y qué existencia sería mejor nunca haber
continuado. Una manera de pensar extraña, que se arroga un poder sobre la vida
y la muerte, y que establece discriminaciones arbitrarias.
Por eso, al afrontar el tema
del aborto hace falta recordar siempre su consecuencia más dramática: la
injusta supresión de una vida humana. Porque el aborto consiste precisamente en
eso: provocar la muerte de quien simplemente busca, con su dinamismo propio,
abrirse paso en el camino de la vida.
Al reconocer este hecho, las
sociedades y las personas podrán dar pasos concretos para promover una cultura
de la acogida y del respeto hacia los hijos, y para ofrecer apoyos eficaces y
cercanos a las madres, de forma que el aborto desaparezca como opción y se
respete la vida de cada nuevo ser humano.
Entonces el mundo habrá dado
un paso importante hacia la justicia y hacia el pleno respeto del más
fundamental entre los derechos humanos: el de la vida de los más indefensos y
necesitados miembros de nuestra especie, los hijos en las primeras etapas de su
existencia terrena.