"Actualidad del Mensaje de Fátima"
Por Rebeca Reynaud
El 13
de mayo de este año, el Papa Francisco presidió la Misa de canonización de
Francisco y Jacinta Marto, los niños que en 1917
fueron testigos de las apariciones de la Virgen en Fátima, Portugal. Este 13 de
mayo se cumplieron 100 años de la primera aparición. El Papa habló de esperanza
y de cumplir los compromisos del propio estado con amor, como un modo sencillo
y vital de hacer la Voluntad de Dios.
Recordemos
un poco esta importante historia: la Virgen María se les apareció a tres
pastorcitos en una cueva (Cova de Iría). Lucía, Francisco y Jacinta tenían
respectivamente 10, 9 y 7 años de edad. Jugaban los tres niños en una
propiedad de los padres de Lucía llamada Cova de
Iría, a dos kilómetros y medio de Fátima. Vieron a la Madre de Dios sobre una
encina. Era “una Señora toda vestida de blanco, más brillante que el sol,
que difundía una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua
cristalina atravesada por los rayos del sol”. Su rostro no era “ni triste, ni alegre, sino serio”. Tenía las manos juntas, como para
rezar.
La Santísima Virgen le dijo a
Lucía: “Sacrificaos por los
pecadores y decid muchas veces, sobre todo cuando hagáis algún sacrificio: ¡Oh!
Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación
de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María (...) Rezad,
rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al
infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas”. Luego le dice la Virgen María: “Los hombres se pierden porque no
piensan en la muerte de Nuestro Señor y no hacen penitencia (...) Los pecados
que llevan más almas al infierno son los pecados de la carne (...) Son muchos
los crímenes, pero, sobre todo, ahora es mucho mayor la negligencia de las
almas de quienes Él esperaba fervor en su servicio. En muy limitado el número
de aquellas con que Él se encuentra (...). Los hombres no están poniendo en
práctica los Mandamientos que nuestro Padre les dio. El demonio está dirigiendo
el mundo, sembrando odio y cizaña por todas partes. Los hombres fabricarán
armas que podrían destruir al mundo en minutos...”.
En 1943, la Hermana Lucía tuvo
otra revelación de Nuestro Señor, donde relata que Dios quiere la reforma del
pueblo, clero y órdenes religiosas y añade: “...
Desea que se haga comprender a las almas que la verdadera penitencia que Él
ahora quiere y exige, consiste, ante todo, en el sacrificio que cada uno tiene
que imponerse para cumplir con sus propios deberes religiosos y materiales
(...)”.
Un mes
antes de morir Jacinta, la Virgen María le preguntó si estaba dispuesta a
sufrir por la salvación de los pecadores. Ella dijo que sí, entonces la Virgen
le dijo que sería trasladada a dos hospitales pero que no se curaría, y que
moriría sola. Ella le dijo a Lucia: "...y voy a morir solita". Lucía
le dijo: "Ya no pienses en eso". Jacinta respondió: "Sí pienso
para sufrir más por los pecadores".
El
Papa Juan Pablo II los beatificó el 13 de mayo del año 2001, en Fátima,
Portugal. El Papa presenta al mundo a dos ejemplos luminosos, como "dos
lámparas que Dios ha encendido para iluminar a la humanidad en estas horas
sombrías e inquietas" . En vida, Jacinta oró
mucho por el Santo Padre; Juan Pablo II lo agradeció en ese mismo discurso.
Jacinta
y Francisco, los pastorcitos, fueron dos pequeños modelos para quienes
"ninguna mortificación y penitencia eran demasiadas para salvar a los
pecadores" del infierno. El Papa Juan Pablo II dice que pueden ser ejemplo
de los niños, cuya oración es muy poderosa delante de Jesús. Dios está atento a
lo que piden los niños. Dice el Papa a los niños: "Nuestra Señora los
necesita mucho para consolar a Jesús, que está triste por todos los errores que
se cometen. Necesita sus oraciones y sus sacrificios por los pecadores".
Uno se
puede preguntar: ¿qué puedo hacer? cumplir el pequeño deber de cada instante,
vencer la flojera y la soberbia, orar, ayunar... Ponerse de rodillas, con la
frente en el piso y orar así: "Señor, yo te amo, te adoro, creo y espero
en Ti. Te pido perdón por los que no aman, no adoran, no creen y no
esperan". Esa fue la oración que el Ángel les enseñó a los niños meses
antes de que la Virgen se les apareciera.
Santa Jacinta dijo en sus últimos días: “Los pecados de impureza son los que
arrojan más almas al infierno... Muchos matrimonios no son buenos, no gustan a
Nuestro Señor, no son de Dios. Si los hombres supieran lo que es la eternidad
harían todo para cambiar de vida... La Santísima Virgen ha dicho que hay muchas
guerras y discordias; no son mas que castigos por los
pecados del mundo. Si los hombres se arrepienten Nuestro Señor seguirá
perdonando; pero si no cambian de vida, el castigo vendrá” (Barthas, 601).