Voluntades paralizadas
P. Fernando Pascual
10-6-2017
La voluntad tiene un dinamismo
maravilloso. Con ella nos levantamos por las mañanas, llegamos a tiempo al
trabajo, buscamos alcanzar metas, escogemos el descanso que suponemos más
adecuado.
La voluntad, sin embargo,
puede quedar herida, incluso paralizada, por culpa de una serie de factores
internos o externos.
Internamente, la voluntad
queda paralizada por culpa de miedos, complejos, dudas, que surgen desde
experiencias pasadas o por situaciones de cansancio que nos debilitan.
Externamente, la voluntad
queda herida cuando ciertos acontecimientos nos privan de medios para seguir
adelante. Por ejemplo, perder el puesto de trabajo limita enormemente las
posibilidades de acción de miles de personas.
Algunos filósofos del pasado o
del presente, así como diversas escuelas de psicología, han defendido y
defienden que las voluntades quedan paralizadas a causa de fuerzas ciegas o de
factores mentales que impiden tomar decisiones.
Reconocer la existencia de
límites y condicionamientos ayuda a comprender por qué tantas personas han
quedado postradas, sin fuerzas interiores, para tomar decisiones buenas para
ellos mismos y para quienes los rodean.
Pero esos límites y
condicionamientos, en muchos casos, no eliminan por completo la posibilidad de
llegar a decisiones que nos saquen de nosotros mismos y nos lancen a la
conquista de nuevas metas.
Porque una enfermedad limita,
y mucho, a un enfermo, pero no le impide llevar a cabo algunas actividades,
aunque sean tan sencillas como entablar un diálogo con un familiar o contestar
un mensaje con ayuda del móvil.
Porque los miedos, con toda su
fuerza, no impiden a miles de personas levantar también hoy su voz y sus brazos
contra los opresores y luchar por un mundo más justo y más solidario.
Porque las dudas, con toda su
fuerza envolvente, no anulan las mentes de quienes siguen en búsqueda y desean
encontrar esa luz que les lance a la conquista de metas buenas.
Las voluntades pueden quedar
paralizadas por muchas causas, pero también existen recursos y posibilidades
para romper con la modorra, para liberarse de miedos, para lanzarse a
decisiones firmes y concretas.
En ocasiones, solo una ayuda
especial librará a la voluntad de algunos de sus límites. Incluso a veces
tenemos que invocar a Dios para que sea posible romper dependencias asfixiantes
y angustias que paralizan.
Desde el interior de la propia
alma, y con la ayuda de Dios y de tantas personas buenas, una voluntad
debilitada podrá llegar a este acto sencillo, difícil y magnífico, de escoger
un bien concreto. Así alguien habrá conseguido romper barreras y lanzarse a la
conquista de la felicidad para sí mismo y para quienes viven a su lado.