No cambiar la ciencia por una
ideología
Marta Morales
En este mundo
hay una batalla entre la vida y la muerte. Hay quienes cambian la ciencia por
su ideología. Los pro abortistas niegan lo que la
ciencia afirma: Que la vida empieza con la fertilización. Ignoran la medicina
básica porque sustentan una ideología.
El aborto es
el ‘sin sentido’ de toda cosa. Es la muerte que vence contra la vida. Es el
miedo que vence sobre el corazón porque el contrario quiere combatir y vivir,
no morir. El aborto e elegir quién tiene derecho de vivir y quién no. Es una
ideología que vence sobre una humanidad a la cual se le quiere quitar la
esperanza. Admiro a las mujeres que entre miles de dificultades tienen la
valentía de seguir adelante.
Las
discusiones sobre el aborto nos ponen ante el tema del valor del ser humano. Si
hay vidas que no tienen valor – como las de los embriones-, ¿por qué las demás
vidas sí la tendrían?
Las falsas e
ignorantes amigas que aconsejan la “pastilla del día siguiente” a su amiga, la
condenan a ser estéril para el resto de su vida, y se lo toman a la liegar como si la invitaran a tomar un helado.
Para hacer
una ley respecto al aborto hay que mirar al menos dos perspectivas: La de la
madre y la del niño, sino, es imposible que solucionemos el problema.
Una filósofa
norteamericana explica: Los verdaderos derechos humanos son para promover la
vida y la libre voluntad. Ser humano y ser bueno son la fuente y la cumbre de
los derechos humanos universales. El ser y el bien son el Alfa y el Omega de
los derechos humanos. El ser y el bien son la esencia de la vida (Janet Holl Madigan, Universidad de
Maryland, College Park).
Algunos
legisladores se atienen a las leyes. Son positivistas. No cuestionan si la ley
está en armonía con el derecho natural o sin va a beneficiar o a dañar a la
persona, basta con que sea una ley aprobada, y la aceptan. ¿Las leyes humanas
son perfectas? Si así fuera, serían inmutables, pero no son perfectas, por eso
los legisladores tienen sesiones periódicas para cambiarlas.
Como los que
defienden el aborto no tienen argumentos racionales, se cogen de las leyes, y
las leyes muchas veces están equivocadas. Todos somos responsables de lo que
sucede. El aborto sólo puede estar presente en la sociedad sobre la base de una
mentira. El aborto es la destrucción directa de un ser humano inocente.
Decretar un aborto es dar pena de muerte sin juicio.
El hijo
reclama nacer del amor conyugal, y no de cualquier manera, ya que él “no es un
derecho sino un don” (CEC 2378), fruto del amor de sus padres (cf. n 81).
Además, la
familia es el santuario de la vida, no el lugar donde la vida es destrozada
(cf. n. 83).
Al aborto se
le considera un servicio de salud pública. ¿Qué tiene que ver con la salud un
procedimiento al que entran dos personas sanas y al salir, una está muerta, y
la otra completamente destruida? Muchos callan los riesgos que el aborto supone
para la madre, y, una vez hecho, ocultan los restos de su hijo muerto.
La mayoría de
la gente ignora lo que es abortar. No conoce el sufrimiento en el proceso de
muerte del hijo.
Vivimos en
una época en que las normas sexuales están siendo transformadas poniéndolas
completamente al revés. Ninguna sociedad había dicho antes: “Vive tu impulso
sexual como quieras”. Es un ataque medular contra la dignidad del ser humano y
contra la sociedad, ya que si una sociedad abandona su moralidad, cae en la
anarquía, en el caos.
Un escritor
francés, Mauricio Druon, dice. “Las tragedias de la
historia revelan a los grandes hombres, pero los mediocres son quienes provocan
las tragedias”. Todo de derrumba cuando los ineptos se suceden en la cúspide
del Estado. La unidad se desintegra cuando se derrumba la grandeza. Cuando la
nación protege a los niños, Dios bendice a la nación. México está llamado a ser
líder mundial y ese destino puede ser trastocado por gobernantes mediocres o
que implantan la perspectiva de género.