Sobre la música
P. Fernando Pascual
27-5-2017
Miles de músicas a lo largo de
la historia han acompañado a los seres humanos. En las llanuras y en las
montañas, entre cabañas y rascacielos, melodías y letras han estado siempre
presentes.
¿Por qué la música ocupa un
lugar destacado en nuestras vidas? Porque la música llega hasta lo más íntimo
del corazón. Consuela o entristece. Anima o desalienta. Educa o deforma.
Los ritmos y las armonías
influyen, consciente o inconscientemente, en cada uno. A veces suscitan una
emoción serena, confortante. Otras veces provocan un extraño sentimiento de
inquietud o pasiones incontroladas.
Las letras también entran en
las mentes de las personas. Con ellas se promueve la bondad o se exalta la
vileza, se defienden las virtudes o se difunden los vicios.
Por eso las familias y los
educadores necesitan tomar conciencia de la importancia de la música, para
resaltar aquella que promueva el bien y para denunciar la que lleve hacia el
desorden y la injusticia.
Por desgracia, en muchos
lugares la música se ha convertido en un medio para fomentar el odio, la
sensualidad, la avaricia, la sed de venganza. Duele, por indicar solo un
ejemplo, ver a miles de personas cantar a gritos un himno lleno de rabia y
desprecio hacia personas o pueblos vistos como “enemigos”.
Al revés, resulta confortante
encontrar tantas otras músicas que defienden principios buenos y virtudes
sólidas, que alaban la belleza del matrimonio y la familia, que invitan a una
vida solidaria y llena del amor verdadero.
La música tiene, además, una
rica dimensión religiosa. Por eso numerosos grupos de creyentes le han dado un
especial relieve en sus ritos y ceremonias.
También la Iglesia católica ha
promovido, desde sus primeros siglos, melodías y canciones para acercar el alma
de los bautizados a Dios y para recordar los grandes hechos de la historia
salvífica.
La música, bien dosificada, es
una gran ayuda en el camino de los pueblos. Por lo mismo, vale la pena una
reflexión serena que permite dejar a un lado canciones que dañan, y que
promueva y fomente tantas otras melodías que conducen suavemente los corazones
hacia la bondad, la justicia, la belleza, la entrega generosa a los demás seres
humanos.