Una revelación impactante
Pbro.
José Martínez Colín
1) Para saber
Con motivo del
centenario de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima, el Papa
Francisco celebró una misa en el atrio del Santuario. En la misma ceremonia
canonizó a dos pastorcitos, Francisco y Jacinta Marto, niños que en 1917 fueron
testigos de las apariciones.
El Papa comentó que
la Virgen vino a prevenirnos y advertirnos sobre el peligro del infierno al que
nos lleva una vida alejada de Dios. Vino a recordarnos la Luz de Dios que mora
en nosotros y nos cubre. Así como los tres pastorcitos se encontraban dentro de
la Luz de Dios que la Virgen irradiaba, Fátima es este manto de Luz que nos
cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos
refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la oración
Salve Regina: «muéstranos a Jesús».
2) Para pensar
Como se comentaba
la vez pasada, en la tercera aparición, el trece de julio, los pastorcitos tuvieron
una revelación impactante.
Después de un breve
diálogo, la Virgen les pidió: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan
seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: «¡Oh Jesús!, esto es por
amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas
cometidas contra el Inmaculado Corazón de María»”.
Después, mientras
Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había
hecho en los dos meses anteriores. Cuenta Lucía: “Los rayos de luz parecían
penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este
fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en
llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora
levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes
nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso
o equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que nos
horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. (debe haber sido esta visión la
que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían
distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales
desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y
como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan
amablemente y tan tristemente: «Ustedes han visto el infierno, donde van las
almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en
el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón».
Les hizo otra
indicación: “Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: «Oh
mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno,
especialmente a las más necesitadas de tu divina Misericordia»”. Luego les hizo
una profecía (pero esa se tratará la próxima ocasión).
3) Para vivir
El Papa Francisco
nos invitaba a considerar: “Tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos,
vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús… Como un ancla, fijemos nuestra
esperanza en esa humanidad colocada en el cielo a la derecha del Padre. Que
esta esperanza sea el impulso de nuestra vida. Una esperanza que nos sostenga
siempre, hasta el último suspiro”.