21
de Mayo
Tres días antes me habían
realizado la propuesta. “¿Podemos hacer un almuerzo con tus “amiguitos”?”
Me había encargado de
invitar a algunos de ellos.
A algunos debía pasarlos a
buscar por los lugares donde solía encontrarles.
“Serán unos seis o siete”
Mientras acercaba los
primeros me preguntaba por cómo se sentirían todos los que formaban aquel grupo
tan heterogéneo.
El primer encuentro resultó
tan grato que, sin planearlo, invitamos para el sábado siguiente.
Luego se fueron añadiendo
días y años hasta llegar a cerrar el sexto año.
Sexto año sin
interrupciones.
Con dificultades algunas
veces, no podía ser de otra manera.
Sexto año donde se ha
aumentado el número de los invitados y donde algunos han dejado de asistir.
Porque ya no están más
entre nosotros o porque la vida les ha hecho tomar otros rumbos.
Es un cumpleaños más donde
solamente cabe darle gracias a Dios.
Por los muchos
colaboradores que lo hacen posible.
Por cada uno de nuestros
invitados que, desde su vida, tanto nos han enseñado.
Por haber podido dar un
modesto paso más. Algunos de ellos pueden contar con un lugar donde poder
dormir entre cuatro paredes, un techo y una cama.
Hemos podido disfrutar de
cada pequeño paso dado.
Pequeño paso que, siempre, es
fruto de la generosidad de alguien.
Pequeño paso producto de
escuchar y acompañar.
Pequeño paso que siempre ha
sido parte de un proceso paciente y desinteresado.
Porque con ellos hemos
aprendido que lo importante no es pretender cambios sino caminar motivando
confianza.
Hemos podido encontrar
realidades muy diferentes y la necesidad de acompañar esas diferencias.
Hemos podido encontrar
seres que han asumido la propuesta y seres que, aún, conservan maneras de
pensar y actuar.
Pero lo importante es que,
creo yo, han podido encontrar un lugar donde son tratados, pese a sus límites,
como las personas que son.
Lo importante, creo yo, es
que hemos aprendido a valorar lo que Dios nos ha dado de una manera plena,
agradecida y alegre.
Cada mesa compartida es,
sin dudarlo, un espacio para el crecimiento y el disfrute.
Cada mesa compartida es una
oportunidad para aprender y agradecer.
Es evidente que no todo es
sencillo.
Son seres que la vida ha
golpeado, en oportunidades, con dureza.
Son seres que, muchas
veces, han debido convivir con el desprecio o la ignorancia.
Son seres que, en
ocasiones, han buscado una ventaja personal por sobre el bien de todos.
A lo largo de este tiempo
hemos ido aprendiendo su lenguaje y sus actitudes frecuentes.
Hemos aprendido de sus carencias
y sus urgencias.
Han sido seis años donde
hemos compartido muchas previas, cigarros y mesas.
Han sido seis años donde
hemos aprendido a sentirles como parte de nuestras vidas.
Un heterogéneo grupo se
reúne con informalidad, alegría y cordialidad.
Un sobrado motivo para
agradecer y disfrutar.
21 de Mayo, un día, para
nosotros, importante como para recordar comprometidamente.
Padre
Martin Ponce de Leon. S.D.B