Reacciones y omisiones
P. Fernando Pascual
29-4-2017
Una persona de una religión
concreta formula en público un comentario de odio contra personas de cierta
categoría.
Reacciones casi inmediatas de
muchos líderes religiosos: no nos representa, la religión es paz, no se puede
usar para la violencia, etc.
Otra persona, de un grupo que
dice trabajar por los derechos humanos, defiende que el aborto debe ser
gratuito, sin restricciones y sin objeción de conciencia.
Silencio. Muchos de los que
hablaron de modo casi inmediato ante las declaraciones de la primera persona
ahora guardan un mutismo casi sepulcral.
¿Por qué ante algunas
afirmaciones peligrosas la gente reacciona casi con prisas, para no ser
declaradas como cómplices, y ante otras declaraciones también peligrosas casi
parecen esconderse?
Cada uno dirá de dónde nacen
sus reacciones y sus omisiones. Lo que resulta claro, en casos parecidos, es
que se da más importancia a la vida de unos, mientras que la atención es casi
nula respecto de la vida de otros.
Porque si un comentario de
odio contra ciertos grupos de personas merece, justamente, una condena firme y
adecuada, también un comentario a favor del aborto de hijos indefensos necesita
ser condenado, si de verdad respetamos la vida de todos los seres humanos,
antes y después de su nacimiento.
Una sociedad llega a ser justa
cuando garantiza los derechos de todos. Defender a unos y abandonar a otros es
señal de injusticia, de discriminación, incluso de falta de sensibilidad hacia
algunos, sobre todo si son más pequeños e indefensos.
Por eso los verdaderos
promotores de la justicia y los derechos humanos son aquellos que buscan
tutelar a todos, sin distinciones de razas, de procedencias, de huellas
dactilares, de tamaños, simplemente porque reconocen en cada ser humano, sano o
enfermo, nacido o por nacer, joven o anciano, rico o pobre, a un hermano
nuestro que merece ayuda, protección y cercanía.