Sobre la expresión “matrimonio
igualitario”
P. Fernando Pascual
6-5-2017
No parece fácil indicar en qué
momento y con qué sentido empezó a circular la expresión “matrimonio
igualitario” (o paritario), usada con frecuencia en debates sobre leyes acerca
del matrimonio. Seguramente tampoco será fácil establecer si tal expresión
tiene un significado condividido o si se usa con
diversos significados.
Lo que sí resulta posible es
afirmar que la noción de “matrimonio igualitario” lleva consigo la idea de que
exista el “matrimonio no igualitario” o “matrimonio inigualitario”
o “matrimonio desigual”. También sobre estas nociones podrá haber diversos
sentidos y significados.
Pensemos en un modo de
entender el “matrimonio igualitario” como una expresión usada para defender el
acceso a un pacto o acuerdo entre dos personas del mismo sexo con derechos
iguales a tal pacto o acuerdo entre dos personas de sexo diferente.
Entender así el “matrimonio
igualitario” implicará que el “matrimonio desigual” (o no igualitario) sería
aquel que no permita acceder al mismo a las personas del mismo sexo. O también
se podría entender como “matrimonio desigual” a aquel que se diese solamente
entre personas del sexo complementario, diferente del otro matrimonio (el
igualitario).
En realidad, el espectro de
posibilidades podría alargarse enormemente, sobre todo desde el presupuesto que
gira alrededor de estas expresiones: la idea de que hay leyes sobre el
matrimonio justas, y otras injustas. Entonces el uso del término “igualitario”
connotaría la idea de afinidad a lo justo, por lo que el término “no
igualitario”, “no paritario” o “desigual” estaría asociado a lo injusto.
De este modo, los debates
sobre el matrimonio que adoptan esta terminología colocarían a unos en cierta
ventaja (los “igualitarios” serían los promotores de la igualdad y los derechos
para todos) y a otros en cierta desventaja (los “no igualitarios” estarían
defendiendo la desigualdad y la privación de derechos para algunos).
Además, estas expresiones
orientan el debate desde la perspectiva de los deseos individuales, pero con
ciertas exclusiones, como cuando se habla siempre de “pareja” y se dejan a un
lado otros deseos, como el de aquellos que preferirían formas matrimoniales
abiertas a otras preferencias, por ejemplo la bigamia, la poligamia, la
poliandria y otras posibles (y reales en algunas culturas) formas de relaciones
interpersonales consideradas como matrimonio.
Ayudaría, para que el panorama
sea más claro, preguntar a quienes usan la expresión “matrimonio igualitario”
(o expresiones afines), si con ella defienden sólo la opción de un pacto
matrimonial abierto a dos personas del mismo sexo o de sexos diferentes, o si
desearían incluir otros números y figuras según los deseos de las personas.
Si lo que se busca al defender
el “matrimonio igualitario” es secundar los deseos de las personas, sin fijarse
en el criterio “tradicional” que considera contrayentes a quienes están
abiertos a relaciones potencialmente fecundas gracias a la complementariedad
sexual, entonces, )bastaría cualquier deseo para
abrirse a otros tipos de uniones?
Las preguntas pueden ser
muchas. Lo que resulta claro es que las discusiones sobre el matrimonio
implican modos de concebir la vida, la familia, la justicia, el valor de los
deseos individuales, que tienen consecuencias profundas en toda la sociedad, y
que pueden llevar a paradojas como las de considerar igualitaria una ley que
permite la unión entre dos personas del mismo sexo según sus deseos, mientras
se considerarían como “no igualitarias” otros tipos de uniones que también son
objeto de deseo de algunas personas.
Más allá de estas paradojas, ¿no
sería oportuno reconocer que ciertas instituciones sociales no surgen
simplemente según los deseos totalmente libres de los individuos, sino que en
el ámbito matrimonial existe una base biológica y antropológica que explica la
complementariedad y la apertura a la fecundidad, y que apunta a reconocer en el
matrimonio entre un hombre y una mujer la expresión más genuina de dicha
complementariedad?