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Lucio del Burgo
Me da pena porque a nuestros jóvenes no se les educa en la convivencia,
en el vivir cotidiano con los demás, aceptar lo diferente. Uno de los valores
más significativos es la familia, cultivar las relaciones familiares, estar
juntos aunque no se digan cosas muy interesantes. Una convivencia pacífica
produce un gozo en el corazón humano que no se puede comparar con la riqueza de
la tierra.
A nuestros jóvenes les hemos enseñado muchas cosas, incluso les hemos
enseñado el gozo y la alegría de nuestra sexualidad. Pero esta realidad se
marchita cuando no va acompañada de amor, tolerancia, aceptación incondicional
del que está a nuestro lado. Por eso encontramos hoy tantas rupturas,
desengaños, violencia y tantas heridas en el corazón.
Hoy tenemos a muchos familiares y amigos que tienen más cultura: saben
dónde está Tokio, lo que es el ADN, han oído hablar de Cervantes, el Quijote,
Gustavo Adolfo Bécquer y Unamuno. Pero no les hemos enseñado a conversar, a
saber escuchar, a descubrir las riquezas del otro, a no minusvalorar a una
persona, a no mirar a nadie por encima del hombro, a convivir amablemente con
las rarezas de los demás porque todos arrastramos nuestras sombras en la vida …
El otro, sea quien sea, refleja el rostro de Jesús. Esta es una de las
realidades más ricas que el cristianismo puede aportar a nuestra sociedad.