Eutanasia y economía
P. Fernando Pascual
31–3–2017
Tensiones familiares, vicios esclavizadores, fracasos profesionales, ruinas económicas, enfermedades
incurables,... Tantas y tantas situaciones del pasado y del presente llevan a algunas personas a desear
una muerte precoz.
Basta con leer el libro de Job para encontrar un reflejo concreto y angustiado de este tipo de
sufrimientos: “¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, a los
que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro, a los que se alegran
ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba, a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien
Dios tiene cercado?” (Job 3,20–23).
Quienes se encuentran en situaciones dramáticas necesitan ayuda, paciencia, amor, alivio, esperanza.
Muchas peticiones de muerte empiezan a apagarse cuando quien sufre encuentra a su alrededor manos
amigas y corazones cercanos.
Sin embargo, algunos grupos ideológicos promueven una extraña forma de “ayuda” ante estos tipos de
casos: facilitar el acceso a la eutanasia o al suicidio asistido a quienes declaran no encontrar un sentido
a sus penas, dolores y angustias.
Si, además, otros grupos de poder ven la eutanasia como un camino para ahorrar gastos sanitarios y
para vaciar hospitales que muchas veces están superpoblados, se comprenderá cómo usan y manipulan
casos extremos para llevar adelante su agenda a favor de la mal llamada “muerte dulce”.
Por eso causa pena ver que algunas situaciones desesperadas encuentran tanta publicidad y suscitan
debates previamente manejados. Porque, hay que decirlo con franqueza, el Estado y otras instituciones
ahorran mucho si quien podría pasar meses y meses en costosos tratamientos pide (y consigue
rápidamente) la eutanasia.
Hay que abrir los ojos a esta realidad: detrás de algunos de los grandes promotores de la eutanasia se
esconde una visión de la economía en la que los enfermos terminales son un gasto enorme y un
“despilfarro” de recursos.
Esos promotores ocultarán, prudentemente, sus ideas. Incluso se presentarán como paladines del
derecho a decidir y de la compasión que desea evitar sufrimientos inútiles. En realidad, tendrían que
quitarse la careta y manifestar claramente que pretenden eliminar enfermos para ahorrar dinero.
Frente a los grandes promotores de ideologías que desprecian a las personas improductivas y que han
llevado a la muerte a miles de personas inocentes en el pasado, vale la pena defender la dignidad de
cada ser humano, también de los enfermos, y de buscar maneras concretas para ayudar a quienes
necesitan, en sus sufrimientos, más atenciones y, sobre todo, más cariño.