Culpas y méritos
P. Fernando Pascual
26–3–2017
Durante siglos se han elaborado teorías y análisis que implicaban “destruir” la libertad humana al
explicar nuestros actos como algo sometido al determinismo.
Unos suponían que los dioses, o las estrellas, o fuerzas mágicas, o un destino impersonal, obligaban
a uno a asesinar a su padre y a otro a ayudar a los pobres.
Otros suponían que eran las costumbres, las normas externas, las sociedades, o cualquier tipo de
estructura familiar, las que impedían actos libres y determinaban todas las opciones.
Otros, sobre todo en las últimas décadas, han hipotizado que las neuronas, o las hormonas, o
algunas otras dimensiones de nuestro organismo humano, son quienes deciden todo: el heroísmo o
la villanería...
Más allá de tantas teorías, en casi todas las épocas los seres humanos han declarado que existen
culpas y méritos, que la responsabilidad de cada uno (menos en casos de demencia grave) explica
sus delitos o sus actos virtuosos.
El reconocimiento casi universal de que hay culpas y méritos, pecadores y santos, cobardes y
héroes, solo puede ser explicado desde la aceptación de la existencia de voluntades libres.
Porque un acto cometido sin conciencia y sin libertad, no tiene ni culpa ni mérito. En cambio, las
omisiones que llevaron a una catástrofe se consideran culpables precisamente porque se acepta en
los gobernantes la capacidad de haber previsto el peligro y la omisión irresponsable de no haber
actuado adecuadamente.
Las teorías que suponen que estamos determinados no han podido cancelar la distinción entre culpas
y méritos. Es cierto que algunos seres humanos, por daños psíquicos o por otros motivos complejos,
cometen actos sin responsabilidad. Pero ello no quita que existan millones de actos, cada día, que
reciben condenas o alabanzas.
En cada momento los seres humanos afrontamos situaciones habituales o eventos inesperados.
Desde la libertad, con un análisis más o menos serio de lo que corresponde hacer, tomamos
decisiones. Serán culpables, si preferimos las prisas, o el egoísmo, o el miedo. Serán meritorias, si
escogimos lo bueno, lo justo, lo bello, para el tiempo y para lo eterno...