Tener valor para ver la realidad
P. Fernando Pascual
18–2–2017
Dicen que la realidad no peca, pero incomoda. Por eso algunos no desean ver las cosas como son
cuando ello implica reconocer errores, cambiar programas, replantear grandes temas en la vida
personal y en la vida social.
Cuesta, por ejemplo, reconocer que un diagnóstico médico es ya irrefutable: la enfermedad está allí,
aunque uno empiece a girar de médico en médico para que al menos uno diga que los datos podrían
estar equivocados.
Cuesta, también, aceptar que la llegada de algunos grupos humanos crean problemas sociales. Solo
cuando la sangre llega a las calles, cuando hay víctimas inocentes de violencias de grupo, algunos
dejan su ceguera y reconocen ciertos peligros entre parte de los recién llegados.
Cuesta, igualmente, pensar en la vida tras la muerte. Es más fácil abandonarse al presente y dejar como
algo primitivo las discusiones sobre si el alma sea o no sea eterna, cuando afrontar el tema no solo es
clave para encontrar esperanza ante tanta injusticia, sino para reconocer el mayor o menor peso de mis
decisiones diarias de cara a una posible existencia de Dios y de algo más allá de la tumba.
La lista podría alargarse, para incluir argumentos que afectan a personas particulares, o para abordar
decisiones económicas y políticas que tienen repercusiones en el presente y en el futuro, en el hogar, en
el propio Estado y en otros rincones del planeta.
En un mundo donde resulta fácil vivir con la actitud de la avestruz, si es que de verdad ese animal
actúa como se le atribuye, y donde las frases hechas o las denuncias de grupos de poder impiden tocar
ciertos temas, se agradece mucho la valentía de quienes estudian a fondo asuntos humanos relevantes,
sin miedos ni parálisis.
Porque la verdad, en el fondo, es siempre una aliada y permite pensar y actuar correctamente. No
siempre la alcanzaremos, y existe el peligro de equivocarnos en un análisis político o en la
comprensión de un fenómeno cultural. Pero al menos tomaremos conciencia de cuántos beneficios
surgen cuando dejamos prejuicios y miedos, para así poder caminar, con valor, hacia una mejor
comprensión de la realidad.