El Moño Blanco
No es cristiano vengarse
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Para acabar con un mal, se presentan dos opciones, más no
válidas ambas. Una sería combatirlo con otro mal: es lo que origina
muchas peleas, ante un golpe, físico o moral, se responde con otro
golpe. Pero hay otra opción: no responder con la misma moneda,
sino con un bien; en una palabra: perdonando.
A esto último invitaba hace pocos días el Papa Francisco: “No
intercambiar el mal con el mal, a vencer el mal con el bien, la
ofensa con el perdón: el cristiano jamás puede decir, ‘me las
pagarás’. ¡Jamás! Esto no es un gesto cristiano”.
La ofensa se vence con el perdón; para vivir en paz con todos:
“¡Esta es la Iglesia!..., pues es una de las maneras de vivir el amor.
Y el amor es fuerte y tierno. Es bello.”
2) Para pensar
Había una familia, cuyos padres, buenas personas y
responsables, procuraban transmitirles a sus hijos los valores que
les permitieran madurar. Sin embargo, uno de sus hijos, a los 17
años se rebeló y les comentó que estaba cansado de ir a la iglesia
cada domingo y de obedecer, que prefería irse con otros jóvenes
“normales” que se divertían a lo grande en fiestas. Que a su edad
ya vivían fuera del hogar y hacían lo que deseaban sin tener que dar
cuenta a nadie.
Los padres sintieron una gran tristeza y desilusión, y aunque
procuraron dialogar con él, no se los permitió y huyó del hogar. Por
un tiempo supieron de él a través de conocidos, pero llegó el
momento en que desapareció y ya no supieron más de ese hijo.
Después de varios años recibieron una carta. ¡Era de su hijo!
Daban gracias a Dios porque estaba vivo. En ella, su hijo les
mencionaba que estaba bien, que incluso tiene ya una familia, con
esposa e hijos. Les contaba de sus tropiezos, y que ahora como
padre que es, ya entiende lo mucho que les hizo sufrir.
Les comentaba que deseaba verlos, estrecharlos y mostrarles
a su familia, pero entiende que no lo quisieran perdonar. Por eso
solo les mostraría el hogar donde creció a su familia desde el tren
que pasaba cerca de la casa. Al final les pedía que si le perdonaban, pusieran en el árbol de su casa un moño blanco, para entonces
bajarse del tren y abrazarlos.
Grande fue su sorpresa cuando al pasar no vio un pequeño
moño blanco, sino una grande, muy grande, sábana blanca que
cubría por completo el árbol, la cual sus padres pusieron para que
supiera el tamaño de su perdón y lo mucho que siempre lo han
amado.
3) Para vivir
A veces podríamos penar que Dios nunca nos perdonará por
haber malgastando los talentos que Él nos ha dado y el poco interés
que hemos mostrado en las cosas espirituales. Y creer que ya es
demasiado tarde para empezar de nuevo a relacionarnos con Dios.
Pero al igual que en el ejemplo, la misericordia y el amor de
Dios son infinitos y siempre está esperándonos. Dios es la bondad
infinita. Y espera que luchemos por también tener esa bondad para
con todos los demás, especialmente por quienes se sienten abatidas
por el peso de la vida y de las propias culpas y no logran más
levantarse.
El Papa nos pide que el calor de toda la Iglesia debe hacerse
todavía más intensa y amorosa: “soportar con el otro, sufrir con el
otro, acercarme a quien sufre… una palabra, una caricia, pero que
salga del corazón, esto es la compasión”.
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