Padre Mario Borzaga, mártir a los 27 años
P. Fernando Pascual
4–2–2017
Mario Borzaga había nacido en Trento el 27 de agosto de 1932. Desde niño sintió la llamada de
Dios al sacerdocio. Cuando tenía 11 años ingresó en el seminario menor. A los 20 años entró al
noviciado de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
Tras haber cumplido los 25 años recibió la ordenación sacerdotal. Luego, el 2 de julio de 1957,
partió hacia Laos, con un gran deseo de anunciar el mensaje del Evangelio. Su destino fue
Kiukatian, un pueblo entre las montañas de la zona norte del país.
La situación en Laos era compleja. El Padre Mario tuvo que aprender una lengua y unas costumbres
muy diferentes de las suyas. Además, un peligro grave amenazaba a los misioneros: ataques
continuos de las milicias comunistas.
El Padre Mario buscó maneras concretas para ayudar a la gente. Junto a su misión como sacerdocio,
trabajaba como enfermero y maestro. Pero las dificultades eran muchas, y no faltaban momentos de
oscuridad, reflejados en una obra que publicó con el título “Diario de un hombre feliz”.
Las noticias sobre la guerrilla provocaban un miedo más que justificado. En cualquier momento
podía producirse un ataque fatal. En una página del Diario, con fecha 31 de agosto de 1959, el
Padre Mario escribía: “Ahora tengo miedo: ¿miedo de qué? Miedo de no tener la fuerza suficiente,
solo eso. En estos momentos he rezado un poco ante el Santísimo Sacramento”.
En otra página leemos lo siguiente: “No hay nada que hacer, solo creer y amar. No hay motivos
para tener miedo. Dios me ha traído aquí y aquí me quedo. Jesús me ama y yo también le amo”.
El misionero italiano no huye. ¿Su secreto? “He comprendido mi vocación: ser un hombre feliz
también en el esfuerzo de identificarme con Cristo crucificado... Quiero ser como la Eucaristía... Si
acepto mi muerte en unión con la de Jesús, entonces es el mismo Jesús que puedo dar con mis
propias manos a los hermanos”.
El 25 de abril de 1960, acompañado por un catequista, Pablo Thoj Xyooj, el Padre Mario salió a
visitar a los catecúmenos y a atender a varios enfermos. Unos guerrilleros comunistas los
capturaron y en seguida los asesinaron. Nunca fueron encontrados sus cadáveres.
El recuerdo del Padre Mario sigue vivo, a pesar del paso del tiempo. La Iglesia católica lo recuerda
con cariño y gratitud. Por eso, el 11 de diciembre de 2016, junto con otros 16 mártires que murieron
durante aquella terrible persecución, fue declarado beato.
Beato Mario, ruega por la Iglesia en Laos, en todo el sudeste asiático y en el mundo entero. Que tu
sangre se convierta en semilla de cristianos, y que tu testimonio de alegría contagie a otros jóvenes
y les anime a dar, como tú, la vida por Cristo y por los hermanos.