Aborto, ¿acto médico?
P. Fernando Pascual
11–2–2017
Hay quienes presentan el aborto provocado como un acto médico, por lo que deducen
consecuentemente que merecería ser estudiado como tal en la carrera de medicina y ofrecido a la
gente como un servicio sanitario.
¿Es correcto este modo de ver el aborto? Para responder, conviene recordar qué significa la
medicina y qué es un acto médico.
La medicina surge como una actividad humana orientada a la ayuda de los enfermos. Uno de sus
principales fines consiste en curar, devolver la salud a quien la pierde. Otro fin, no menos
importante, es aliviar el sufrimiento. Y también suele ser visto como parte de la medicina el prevenir
las enfermedades.
Los actos que corresponden a los fines enumerados serían actos médicos. Por ejemplo: ofrecer un
tratamiento contra el cáncer, desinfectar una herida, dar calmantes para el dolor de cabeza, vacunar
contra la gripe.
El aborto provocado, ¿sería un acto médico? En otras palabras, ¿qué se cura o qué males sanitarios
se evitan al provocar un aborto? ¿Se logra un bien para la vida y salud de la madre, a la que se suele
dar una importancia especial en este tema? ¿Y qué ocurre con el hijo eliminado en cada aborto?
En el aborto intencionado, también llamado interrupción voluntaria del embarazo, la acción se
dirige directamente a provocar la muerte de un ser humano en sus primeras etapas de desarrollo. En
otras palabras, un hijo es eliminado antes de nacer.
Se dirá que tal eliminación busca un bien: salvar la vida de la madre, evitar daños en su salud física,
tranquilizarla en su vida psíquica, o simplemente satisfacer su deseo de interrumpir el embarazo
porque no desea tener ese hijo.
Esos motivos no “borran” el hecho que ocurre en cada aborto: una vida humana es destruida, se
impide su desarrollo natural. Es precisamente este hecho el que lleva a la pregunta: ¿es un acto
médico acabar con una vida humana antes de su nacimiento?
La respuesta es, sencillamente, no. La medicina no tiene entre sus fines matar a alguien.
Ciertamente, no han faltado en el pasado y en el presente quienes han usado conocimientos y
técnicas (fármacos, instrumentos) de la medicina para provocar la muerte de seres humanos. Pero tal
uso no corresponde a la verdadera naturaleza de la medicina, sino a un abuso de la misma.
Alguno objetará que existen situaciones en los que el aborto responde a una necesidad sanitaria: hay
bastantes casos en los que el desarrollo embrionario pone en peligro la salud y la vida de la madre.
Pero se puede responder que un acto orientado a provocar la muerte de un hijo no queda justificado
éticamente por los beneficios que tal acto produzca en la madre o en otros.
Ello implica, precisamente como parte de la finalidad y de la deontología médica, hacer todo lo
posible por el bien de la madre, incluso cuando algunas intervenciones sanitarias en situaciones de
grave riesgo para la vida de la mujer, puedan implicar, como consecuencia indirecta y no deseada, la
muerte del hijo. Pero este tipo de intervenciones no son directamente abortivas y, por lo mismo,
respetan la finalidad médica.
El aborto provocado, por lo tanto, no es un acto que respete los fines de la medicina, aunque sea
llevado a cabo con instrumentos y con conocimientos propios de una disciplina noble y benéfica.
Porque esa disciplina tiene que respetar su propia identidad, en vistas al bien de cada ser humano,
también del más pequeño e indefenso: el hijo en el seno de su madre.