Pecado, educación y política
P. Fernando Pascual
1–1–2017
¿Influye el pecado en la educación, la política, la vida social? Para muchos la idea de pecado ha
quedado muy atrás, y la pregunta anterior puede parecerles anticuada o extraña.
Sin embargo, según un texto del “Catecismo de la Iglesia Católica”, olvidar el pecado implica graves
errores. En concreto, ese texto afirma lo siguiente:
“Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el
dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. Centesimus annus n. 25) y de las
costumbres” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 407).
Si esto es verdad, ¿cómo explicarlo? De un modo sencillo: todo pecado influye en la vida de las
personas. Como los seres humanos necesitan, para desarrollarse correctamente, de un buen ambiente
político y de una sana educación, el pecado dañará esos aspectos y afectará a las personas.
Basta con recordar los enormes daños que causa la corrupción para comprenderlo. Hay países enteros
que sufren por años y años por culpa de graves injusticias sociales que son el resultado del pecado de
políticos y funcionarios que no buscan el bien común, sino solo el propio beneficio.
Al revés, cuando reconocemos el pecado en su dimensión social y educativa, y cuando buscamos
superarlo, estamos en mejores condiciones para evitar corrupciones personales y colectivas, y para
promover sociedades más justas y solidarias.
Superar el pecado lleva a levantar la mirada hacia Dios. Porque solo Él puede perdonar nuestras faltas.
Y porque solo con Su ayuda podemos evitar nuevos pecados y reparar los daños cometidos.
En ese sentido, podemos recordar una idea recogida por san Juan Pablo II en la exhortación postsinodal
“Reconciliatio et paenitentia”: “la unión de los hombres no puede darse sin un cambio interno de cada
uno. La conversión personal es la vía necesaria para la concordia entre las personas” (n. 4).
¿Deseamos un mundo mejor, Estados sanos y educaciones que ayuden a los niños y jóvenes a crecer en
el bien? Reconozcamos la naturaleza pecadora del ser humano, aprendamos a pedir perdón a Dios, y
permitamos que la misericordia pueda entrar en el mundo para producir un cambio, profundo y
maravilloso, de los corazones.