Sin imágenes, con cariño
P. Fernando Pascual
1–1–2017
El mundo está lleno de imágenes. Aparecen con un ritmo incontenible. Presumen reflejar lo que pasa.
Al mismo tiempo, millones de gestos de bondad no entran en las páginas de Internet o ante las cámaras
televisivas.
Son gestos realizados por personas sencillas. En un hospital, en la escuela, en casa, en el trabajo, entre
compañeros de viaje.
Son gestos sobrios, humildes, aparentemente insignificantes. Son gestos que no necesitan de un
“selfish” para quedar en el recuerdo.
Porque las imágenes, por más que se copien en miles de potentes servidores, un día acabarán.
En cambio, lo que se hace desde el amor auténtico, con cariño, en lo sencillo, queda escrito en el alma
inmortal de los seres humanos y en el corazón del mismo Dios.
Las imágenes siguen su camino frenético y aturden a quienes las devoran con avidez, al menos
mientras la técnica las mantenga en circulación.
Al mismo tiempo, tal vez sin pensar en exhibirse con imágenes de Internet, miles de hombres y
mujeres escriben esa historia maravillosa que nace de la caridad auténtica.
Hoy, en este día, puedo mirar a mi lado y descubrir a un familiar, un amigo, un compañero, que espera
de mí un gesto concreto de cercanía.
Si lo ofrezco, seré un poco semejante al Padre de los cielos, que hace brillar el cielo y da la lluvia a
todos, malos o buenos (cf. Mt 5,45–46), simplemente porque ama, sin imágenes, y con mucho cariño.