Lenguas de serpiente
P. Fernando Pascual
22-12-2016
En las familias, en el trabajo, en las parroquias, entre amigos, hay personas que siembran,
continuamente, desconfianza, críticas, murmuraciones, incluso mentiras y calumnias.
Son lenguas de serpiente, que envenenan, que engañan, que provocan daños, a veces de consecuencias
inimaginables, al robar la buena fama de quienes viven cerca o lejos.
¿Cómo llegaron a este tipo de comportamientos? Unos, por envidias y deseos de grandeza. Otros,
desde rencores alimentados continuamente. Otros, por psicologías enfermas que disfrutan al destrozar a
sus semejantes.
Cuando encontramos en nuestro camino una lengua de serpiente sentimos pena. Pena por quien ha
llegado a ese estado de maldad. Pena por sus víctimas, desplumadas sin piedad, a veces con una saña
diabólica.
Frente a personas así, necesitamos firmeza, paciencia, y un buen antídoto. Firmeza, para dejar claro
que no estamos de acuerdo con este tipo de comportamientos. Paciencia, porque no podemos responder
al mal con el mal.
Y un buen antídoto, que surge desde esa bondad del corazón que se protege ante críticas vertidas por
calumniadores y maldicientes, auténticos terroristas con la lengua, según una denuncia usada varias
veces por el Papa Francisco.
Luego, si el veneno ha sido escupido ante nosotros, habrá que limpiar y rezar. Dios también ofrece
misericordia a quien ha sido capturado por la envidia y el odio.
Sobre todo, Dios no dejará de ofrecer ayuda a las víctimas inocentes que sufren por los ataques de
tantas lenguas de serpiente, quizá tal vez precisamente con nuestro apoyo cercano y nuestra defensa
decidida de su buena fama.