Confiar en Dios a lo largo del camino
P. Fernando Pascual
17-12-2016
Un día de sol, otro de lluvia. La alabanza de un amigo y la crítica envenenada de un familiar. Dolor de
cabeza o alegría al terminar un trabajo.
En el camino de la vida se suceden situaciones de todo tipo. Algunas nos alegran y consuelan. Otras
nos aturden y entristecen.
Entre las mil peripecias, unas que surgen desde hechos externos y otras debidas a nuestras decisiones,
necesitamos un ancla que dé paz y que ilumine.
Ese ancla la encontramos en Dios. Porque si recordamos que es un Padre bueno, que nos envió al Hijo
y nos ha dejado el Espíritu Santo, el corazón se ensancha gracias a seguridades indestructibles.
No faltarán dificultades y momentos difíciles. Como explicaba Manzoni al final de “Los novios”, al
ofrecer el resumen de toda su novela, “los problemas vienen a menudo, es verdad, porque se ha dado
motivo para ello (...) la conducta más cauta e inocente no basta para tenerlos lejos”.
Pero sabremos cómo afrontar esos problemas confiadamente. El texto de Manzoni antes citado seguía
con estas palabras: “cuando vienen, con culpa o sin ella, la fe en Dios los dulcifica y los hace útiles
para una vida mejor”.
Ahí está el secreto para continuar en el camino: confiar en Dios, vivir como niños que duermen en
brazos de su madre (cf. Sal 131,2). Así estamos seguros, porque sabemos que su Señor ha vencido a la
muerte y al pecado, y ha abierto las puertas de los cielos.