Una vida recibida para dar
P. Fernando Pascual
10-12-2016
La vida es un don. Llega sin haberla pedido. Se conserva gracias a mil atenciones recibidas en
familia y entre tantas personas buenas.
Esa vida es frágil. Basta un fuerte golpe en la cabeza, una herida en un brazo, una picadura de
mosquito, para sufrir por días o meses enfermedades y daños más o menos graves.
Cuando contamos con algo de salud y tiempo, podemos invertir fuerzas, corazón, mente y
propósitos en mil actividades.
) Cómo invertiré hoy esta vida recibida? ) Hacia dónde dirigiré mis pasos? ) Qué miraré con mis
ojos? ) Qué diré con mi lengua? ) Qué haré con mis manos?
Son preguntas que ayudan a orientarnos en un mundo complejo y bello, frágil e indeterminado,
con miles de alternativas que se abren ante nuestros corazones.
El bien empieza cuando dejo de pensar en mis intereses egoístas y me abro a las necesidades de
quienes están cerca o lejos.
La vida recibida adquiere belleza y bondad cuando la dedico para dar. Dar gratis porque he
recibido gratis, como enseña Jesús de Nazaret (cf. Mt 10,8).
Dios da continuamente, a cada hijo, el gran don de la vida. Ese don será fecundo cuando lo
invirtamos para dar, especialmente a los más pequeños y necesitados (cf. Mt 25,14-46).
Ese don, lo sabemos por el Evangelio, llegó a su culmen en la historia humana en el Calvario.
Allí el Hijo de Dios e Hijo de María entregó su Cuerpo y su Sangre para la salvación de todos,
simplemente porque amaba al Padre y amaba a sus hermanos...