Huir del mal y optar por Cristo
P. Fernando Pascual
3-12-2016
La historia de la Iglesia nace desde la elección de Dios y desde la respuesta del hombre. Quien acoge la
llamada, quien acepta, ayudado por la gracia, la fe católica, puede dar su sí. Empieza a ser miembro del
Cuerpo Místico de Cristo.
En el camino, sin embargo, aparecen tentaciones. Unos vuelven a las costumbres paganas. Otros viven
con una mentalidad mundana y sin vida litúrgica. Otros acogen y defienden herejías que van contra la
doctrina.
Conservan plena actualidad las palabras de san Pablo a los corintios:
“¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad?
¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial? ¿Qué participación entre el
fiel y el infiel? ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? (...) Por tanto, salid de
entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré. Yo seré para vosotros
Padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso” ( 2Co 6,14-18).
Por eso, ante quienes defienden ideas racistas, o el aborto, o la eutanasia, o formas de unión entre las
personas como si fueran matrimonio sin serlo, o el amor a las riquezas, o la violencia gratuita, hay que
saber apartarse con firmeza para mantenerse unidos a Cristo.
La alternativa inició desde el principio de la Iglesia. Cristo mismo preguntó a sus discípulos si querían
dejarle o si aceptaban sus enseñanzas sobre el pan de la vida (cf. Jn 6). Porque ayer, como hoy, falsos
hermanos quieren seducir a los ingenuos y apartar a los creyentes de la verdadera doctrina católica (cf.
Gal 2,4; Hch 20,29-30; 1Jn 2,18-19).
La verdad, lo sabemos, viene de Dios y nos posee. No está bajo nuestro arbitrio, ni podemos rebajarla
con engaños de mercadotecnia que nunca funcionan. Solo vale la pena aceptar, con fe humilde y
confiada, lo que ha sido revelado por Dios y conservado, durante siglos, por los pastores fieles de
nuestra Iglesia católica.