Recoger velas
P. Fernando Pascual
3-12-2016
La nave llega al puerto. Hay que recoger velas. El día termina. Crece el deseo de una noche serena.
La vida avanza. Cada mes, cada año, nos acercan a la orilla. No sabemos cuándo será el último día.
Solo tenemos en nuestras manos este momento.
¿Qué es lo que importa cuando miramos hacia el puerto definitivo? ¿De qué sirven esfuerzos que no
ayudan a llegar a la meta?
En ocasiones, vivimos como obsesionados por el viaje, cuando todo pasa y tiene solamente sentido de
travesía. Al final comprenderemos lo que era realmente importante.
Con la mirada de la fe, ya sabemos quién nos espera en el último puerto. Dios, un Padre bueno, ha
preparado un lugar para cada hijo.
Surgen las preguntas: ¿tengo el corazón listo para ese encuentro? ¿He acogido el perdón y he sabido
perdonar a mi hermano?
El tiempo avanza, sin descanso. Lo desperdicio cuando el egoísmo ahoga mis mejores deseos. Lo
rescato si empiezo a dejarme amar y amo.
Cuando llegue el momento final, las velas dejarán de tener sentido. En la orilla, unas brasas y un Cristo
amigo me esperan para el almuerzo (cf. Jn 21).
Entonces el amor envolverá a los hijos con un gozo eterno. Las lágrimas serán enjugadas. La alegría
del Padre será compartida por cada uno de los que han lavado sus vestidos en la Sangre del Cordero...