Oraciones, ¿a quién las dirigimos?
P. Fernando Pascual
3-12-2016
La oración, en el ámbito religioso, surge como un diálogo. Por un lado, está el hombre, que expresa
con el corazón, o también con sus labios, unas palabras. Por otro, Dios, de quien se espera una ayuda o
a quien se agradece y alaba.
Por eso sorprende encontrar algunas oraciones que parecen dirigidas al aire o simplemente expresan un
buen deseo, sin invocar a quien puede, de verdad, ayudar al ser humano.
Porque lo específico de la oración cristiana radica en la relación entre personas: entre el hijo, que abre
su alma, y Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien se dirige.
El creyente no lanza sus oraciones al viento, ni las dirige hacia una masa más o menos indiferenciada
de personas. Habla con Dios, y lo hace desde la fe y la confianza.
En un mundo de confusiones y de sincretismo religioso, es importante recuperar el auténtico sentido de
la oración, para que no se convierta en una especie de buenos deseos expresados simplemente para
interpelar a otros seres humanos.
Solo cuando la oración esté orientada, con plena conciencia, hacia Dios, adquirirá su verdadero valor.
Porque entonces nace desde el corazón que se dirige hacia un Dios que nos ama y da a sus hijos, en
cada momento, aquello que más necesitan.