Intenciones buenas y remedios dañinos
P. Fernando Pascual
27-11-2016
Buenas intenciones surgen en miles de corazones. Una madre desea curar a su hijo. Un político
busca sanar la economía. Un militar trabaja para defender la paz.
No siempre, sin embargo, se escogen buenos remedios. Si la madre supone que basta alguna
medicina alternativa para curar a su hijo y este muere, ¿fue suficiente la buena intención?
Lo mismo se puede decir del político o del militar: si tras sus deseos irreprochables luego los
medios escogidos provocaron graves daños y conflictos extenuantes, ¿dónde quedaron las
buenas intenciones?
Es cierto: equivocarse en los remedios no pone en duda la bondad de las intenciones. El
problema está, precisamente, en la falta de prudencia, en las prisas, o en escuchar a malos
consejeros.
Cuando los resultados son dañinos, llega el momento de rectificar y reconstruir. Pero hubiera
sido mucho más beneficioso unir buenas intenciones y remedios sanos.
Por eso, antes de emprender cualquier esfuerzo para curar, para arreglar, para promover la
justicia, para difundir la cultura, hace falta un buen esfuerzo de análisis y un trabajo serio para
sopesar bien las alternativas.
Entonces será posible dejar a un lado “remedios” dañinos. Porque las buenas intenciones irán
acompañadas de decisiones ponderadas y de esfuerzos orientados desde sanos principios éticos y
desde la virtud de la prudencia. Así caminaremos hacia resultados que promuevan la justicia y el
bien que todos deseamos en lo más íntimo de nuestros corazones.