Pensar y hablar con ponderación
P. Fernando Pascual
19-11-2016
El mundo de las prisas, la búsqueda de respuestas inmediatas, el deseo de aplausos, lleva a pensar mal
y a hablar con imprecisiones, errores, falsedades.
Al revés, una actitud serena, madura, prudente, que deja pasar el tiempo necesario para la reflexión y
que observa el mayor número de aspectos de cada situación, permite pensar y hablar con ponderación.
Ejemplos de lo primero abundan, sobre todo en algunos medios de comunicación. “Es un evento
decisivo para las pr￳ximas décadas”. “Con este decreto ha quedado plasmado definitivamente el futuro
de todo el país”. “La llegada a la presidencia de X se ha convertido en el hecho más importante de los
últimos 50 a￱os”.
También en el mundo de las religiones, algunos juicios expresados en público dejan mucho que desear.
Afirmar, por ejemplo, que todo lo que dice tal líder religioso viene de Dios, cuando habla en muchos
contextos y a veces con graves imprecisiones, es señal, como mínimo, de falta de prudencia.
Frente a afirmaciones extrañas, confusas, engañosas, exageradas (por defecto o por exceso: hay graves
errores en críticas y en alabanzas), hace falta una revolución de las mentes maduras para promover un
mundo más prudente, más equilibrado, más sensato.
Sí: es una revolución, porque permitirá paliar las muchas vaguedades deliberadas o las adulaciones
engañosas que abundan por doquier. Y porque fomentará un buen uso del tiempo para ponderar
seriamente cada asunto.
Lo cual será siempre una gran ayuda a la hora de pensar y, luego, a la hora de comunicar conclusiones
que, esperamos, ayuden a comprender mejor el mundo complejo y acelerado en el que vivimos.