Salir de la tibieza hacia el amor
P. Fernando Pascual
12-11-2016
Dios puede permitir que algún católico viva en un ambiente poco fervoroso. Allí encontrará críticas,
envidias, tibieza, malos ejemplos. Le resultará muy difícil vivir su condición de bautizado.
En otras ocasiones puede ocurrir que uno mismo caiga en la tibieza. Entonces su entusiasmo se irá
apagando poco a poco hasta que al final no encontrará sentido a su vida de creyente.
En la tibieza resulta fácil sucumbir bajo las garras de la avaricia. Uno se preocupa en exceso por su
salud, por el dinero y los bienes materiales, por si le gusta o no le gusta lo que hace.
Así, puede llegar a perder el norte de su existencia. Por eso necesita urgentemente iniciar un camino de
sanación en el que sea posible reencontrarse con el amor misericordioso del Padre.
Porque lo más hermoso en el camino de la vida es descubrir que alguien nos ama incondicionalmente,
también en la tibieza. Ese amor lo encontramos sin fisuras en Dios nuestro Salvador.
No hemos sido amados porque fuéramos buenos sino simplemente porque éramos hijos. Ese es el
centro del mensaje cristiano: Dios nos ofrece su misericordia continuamente.
A Dios no le asustan nuestras faltas, ni desconfía de nuestra conversión. Espera y espera. Se asoma a la
terraza para ver si volvemos a casa porque quiere hacer fiesta y tenernos a su lado como hijos que
aman libremente.
Cada día es una oportunidad para salir de la tibieza hacia el amor. Se trata, simplemente, de dejarnos
amar por Dios, y de aprender a amar a los demás.
Entonces podremos hacer un acto humilde y sencillo de arrepentimiento y, desde el perdón que
recibimos en el sacramento de la confesión, también nosotros seremos capaces de perdonar a los
hermanos.