La ciencia experimental, ¿lo explicará todo?
P. Fernando Pascual
5-11-2016
Entre algunos científicos y entre personas de la calle circula la idea de que la ciencia experimental, un
día no muy lejano, llegará a explicarlo todo.
Esa idea parte de una constatación: continuamente se producen nuevos descubrimientos que cubren
áreas de la realidad hasta ahora desconocidas.
Esos descubrimientos explican cada vez mejor los átomos y las galaxias, las células y los cromosomas,
los comportamientos y las emociones, las neuronas y las hormonas.
Estos avances, que ocurren a velocidades nunca antes imaginadas, hacen retroceder a la ignorancia y
permiten elaborar teorías cada vez más sofisticadas.
Con menos zonas oscuras y desconocidas, parecería que la filosofía y la religión dejarían de tener
sentido, según estos autores, porque hasta ahora esas disciplinas habrían servido como medios,
insuficientes, para elaborar explicaciones sobre hechos misteriosos o realidades invisibles.
Conforme tales realidades y hechos desconocidos queden explicados gracias a modernos aparatos
científicos, llegará el momento en que tantas teorías filosóficas del pasado serán vistas como fósiles ya
superados, aunque en su tiempo hubieran alcanzado un notable prestigio.
La idea de que la ciencia podría, algún día, explicarlo todo, es sugestiva, incluso convence a muchos.
Pero encierra varios errores. Uno, muy sencillo, consiste en el hecho de que la ciencia experimental
presupone siempre nociones indemostrables empíricamente.
Asumir, por ejemplo, que un átomo no es una molécula solo es posible desde la suposición, objeto del
estudio filosófico, de que una cosa no puede ser y no ser otra cosa bajo el mismo aspecto y al mismo
tiempo.
El otro error es mucho más profundo. La ciencia experimental escoge aspectos de una realidad
inmensa, los estudia, y luego intenta hacer generalizaciones. Pero esas generaciones solo pueden tener
cierta validez (muchas veces provisoria) respecto a lo escogido, no respecto a lo muchísimo que ha
sido dejado de lado.
Así, por ejemplo, el científico que estudia el modo de obtener comida por parte de las encinas, observa
lo que ocurre en la mayoría de los casos, pero nunca llegará a comprender lo que ocurre en una encina
perdida en un bosque que modifica su biología al ser invadida por una extraña mezcla de varios hongos
diferentes.
Lo que se dice de la encina vale, sobre todo, para el ser humano. Por más que avancen la neurología y
otras ciencias que parecen explicar muchos aspectos del actuar humano, no llegarán a comprender
completamente lo que ocurre en el interior de un científico que después de 30 años de investigaciones
un día llama a su esposa para pedirle perdón por su falta de cariño en el pasado.
La ciencia, ¿lo explicará todo? No, porque existen miles de hechos que nunca han sido ni serán
observados por los científicos. Y porque en el ser humano existe una libertad insuprimible que
fundamenta decisiones que van más allá de lo que pueda quedar descrito por leyes generales que valen,
según lo que decían ya filósofos del mundo antiguo, para la mayoría de los casos, pero no para todos.