Bienes, males, verdades y falsedades
P. Fernando Pascual
5-11-2016
En su “Autobiografía”, Gilbert Chesterton cuenta lo que un teósofo le dijo en cierta ocasión: “El bien y
el mal, lo verdadero y lo falso, la estupidez y la sabiduría son tan sólo aspectos del mismo movimiento
ascendente del universo”.
La sorpresa de Chesterton se plasmó en una sencilla pregunta: “Suponiendo que no haya diferencia
entre lo bueno y lo malo o entre la verdad y la mentira, ¿cuál es la diferencia entre ascendente y
descendente?”
El esfuerzo de algunos pensadores por eliminar categorías fundamentales como las de bien y mal,
verdad y falsedad, está muchas veces asociado a la idea de que existe un progreso, de que “avanzamos”
o “ascendemos” gracias a las conquistas de la ciencia o de pensadores audaces.
Pero entonces es plenamente legítima la pregunta de Chesterton: ¿qué queda si prescindimos de
nociones tan fundamentales? ¿No se busca sustituirlas con otras que incurren en nuevas paradojas,
como el ascender o el progresar?
La experiencia nos muestra, según una frase famosa, que “las palabras lo soportan todo”. Las palabras
sí, pero la realidad, y muchas veces la mente, no son capaces de mantener en pie afirmaciones absurdas
o contradictorias.
Entre autores que proclaman con orgullo los “avances” humanos en los últimos siglos y las
“conquistas” de la psicología, la medicina, la biología, la tecnología, siguen en pie parámetros
universales que sirven para evaluar si un presunto logro lo sea realmente o no.
Entre esos parámetros, ineliminables, están las nociones de bien y de mal, de verdadero y de falso.
Explicarlas, ciertamente, nunca ha resultado fácil. Pero es absurdo eliminarlas con una admiración
acrítica hacia el “progreso”.
Por eso, a pesar de todos los teósofos del ayer y los expertos famosos del hoy, siempre tendremos
necesidad de hablar sobre bienes y males, sobre verdades y falsedades. Y preferimos, sin duda alguna,
acercarnos al bien y a la verdad, para no incurrir, en perjuicio nuestro y de otros, en el mal y la
falsedad...