Cielo: patria eterna
P. Fernando Pascual
18-9-2016
Amar la patria. Para muchos resulta algo espontáneo. En ella nacimos y crecimos. Será mejor o
peor, pero es, simplemente, nuestra patria.
Existe, además, una patria que no he visto, que no he tocado, pero no por ello deja de ser
importante: el cielo.
Porque ahora somos, simplemente, peregrinos. Nada de la tierra dura eternamente. Solo al llegar
al paraíso, al cielo eterno, reconoceremos que esa era la patria verdadera.
¿Pensamos en el cielo como patria eterna? ¿Nos emociona como emociona a muchos su
bandera, el himno patrio, el nombre de su tierra?
El cielo empieza a atraer cuando pensamos en lo que nos espera. Lo más importante, lo más
grande, lo más bello: el amor de nuestro Padre Dios.
En Dios, Uno y Trino, está el verdadero tesoro, la felicidad que no termina, la unión auténtica y
plena con familiares, amigos, compatriotas y extranjeros.
Solo en el cielo tenemos una patria segura. Guerras, terremotos, epidemias, hieren la fragilidad
de nuestro suelo. Pero el amor auténtico, que viene de Dios y a Dios nos lleva, dura para
siempre.
Es hermoso amar esa patria verdadera, soñar con ella, mirar el horizonte e intuir lo que está más
allá del espacio, del tiempo, de los impuestos y de los miedos de nuestro mundo herido.
Cada día es diferente si dejamos que la esperanza nos acompañe, si abrimos el deseo del alma
hacia un abrazo lleno de ternura.
Ahora vivimos entre tinieblas. La luz libera del pecado, impulsa al arrepentimiento, nos pone en
las manos las llaves que permiten entrar, definitivamente, en la patria eterna.