Tibieza, indiferencia, mediocridad
P. Fernando Pascual
18-9-2016
Tres palabras que describen situaciones del alma. Tres palabras a las que tenemos miedo.
La tibieza, la indiferencia, la mediocridad, pueden llegar a nuestras vidas. Basta poco para que inicien,
invadan y destruyan un corazón.
La conciencia avisa. “No comas eso que no es tuyo. Evita esa página de internet. Muérdete la lengua
antes de formular una crítica infundada”.
Si se produce la caída, ante nosotros quedan dos caminos: arrepentirnos, reparar, pedir perdón. O
justificarnos, minimizar, dejar abierta la puerta hacia el mal.
Duele descubrir en otros estados de tibieza, de apatía interior, de indiferencia, que les impide
reaccionar ante las tentaciones y luchar por una vida más honesta y justa.
Duele, de modo especial, percibir en el propio corazón señales de esas enfermedades, sobre todo
cuando ya no tenemos fuerzas para resistir ante la tentación y cuando avanzamos tristemente hacia
nuevos pecados.
Reaccionar es posible si tenemos humildad, si nos abrimos a las inspiraciones de Dios, si mantenemos
abiertas ventanas al amor, si nos confesamos con un dolor sincero.
Cuando el mal ha avanzado mucho, la lucha será más difícil. Pero incluso en medio de una
mediocridad asfixiante, la gracia de Dios puede realizar milagros.
Hoy es un día nuevo para mí. La ternura de Dios me ofrece nuevas oportunidades. La paciencia y el
cariño de quienes están cerca me invita a sacudir perezas, a romper apatías, a lanzarme hacia la
conversión auténtica.
Entonces dejaré a un lado esa indiferencia que me ata a las comodidades inmediatas, y acudiré a
confesarme. Así renovaré mi amor al Padre, pediré perdón a mis hermanos, y dedicaré lo mejor de mi
tiempo y de mis fuerzas al servicio de quienes esperan y suplican escucha, cariño y ayudas concretas.